Amanece en Vitoria-Gasteiz. Ni las primeras luces del día o la fría mañana que presagia el fin del verano me despiertan. Me aviva una noticia que recepciono con amorfa mezcla de asombro y tristeza. Asombro, porque después de medio siglo apostando por un modelo económico que incluso los no entendidos en la materia calificábamos de irracional e ineficiente, a nuestro visionario, nuestro sobresaliente experto en política económica, nuestro comandante en jefe, se le ocurre admitir que el modelo económico cubano ya no era eficiente ni para Cuba. Reconoció también recientemente haber sido el autor intelectual de la persecución de los homosexuales en la década de los sesenta en Cuba.
Llama la atención que esto lo hace ante medios extranjeros mientras en los medios nacionales, que siempre han sido eco de sus reflexiones, impera el mutismo.
Al parecer, una llamada divina, quizá la misma que estuvo a punto de llevárselo con ella, le ha iluminado el camino. Quizá le haya revelado que la Historia no puede absolverlo todo. Ya no vale su archiconocida frase: "Condenadme, no importa; la historia me absolverá". No estamos en 1953, ya nadie escucha su alegato.
Me pregunto: ¿qué sentido tiene admitir ahora que su modelo económico no funciona sin reconocer que no funcionó nunca? ¿Qué sentido tiene ahora, en pleno viaje a tierra de nadie, reconocer que ha estado empecinado en construir una nueva economía a espaldas de la realidad sociológica de su país? La senectud le puede hacer más sabio pero no enmienda sus errores. Y la edad no puede ser una excusa para evadir la penitencia. No puede ser excusa para no pedir perdón a sus víctimas y repararlas.
Francisco Luis Hernández Reinoso
Vitoria-Gasteiz