El otro día, esperando al urbano, una señora ecuatoriana de apariencia humilde lloraba sin cesar. Cuando fui a consolarla, me comentó que le habían robado del bolso todo el dinero que tenía. Por tratarse de últimos de mes, le habían pagado en las diferentes casas donde trabajaba sirviendo y se disponía a enviarlo a Ecuador. Nos montamos en el autobús y en lugar de narrarle dramas de mi vida, le dije que a lo mejor este suceso con el tiempo se convertía en un golpe de suerte, que todo ocurre por algo en la vida y que a lo mejor en poco tiempo le tocaba la lotería. Me contestó que tenía dos boletos.

Al día siguiente, el 3 de septiembre, leía en la contraportada de su periódico: Le toca doble del primer premio de la Lotería "gracias" a que le roban la cartera. La señora agraciada, que compró otro boleto porque le habían robado el anterior, vivía en Benidorm y no puede ser la señora del otro día. Pero pensé que ojalá las lágrimas de la ecuatoriana se hayan convertido en una sonrisa y que tenga el afecto que necesita en su vida. Al fin y al cabo, con 60.000 euros por décimo, premio de la alicantina, no queda garantizada la felicidad.