Avanzaron a buen ritmo las reparaciones de múltiples tramos de hormigón despedazado en las calles General Álava, Independencia y Becerro de Bengoa, unas obras sorprendentemente financiadas por EuskoTran. Al parecer, el Ayuntamiento convenció al Gobierno Vasco de que el único causante de los destrozos en el pavimento era la vibración que produce el tranvía. Ese simple movimiento sísmico bastó para que se desgajaran pedazos de casi medio metro de hormigón. Nada ha tenido que ver el paso continuado de autobuses de Tuvisa, algunos de cerca de 20 toneladas.
Ahora comprendo por qué se nota un leve temblequeo incluso desde las terracitas de la Virgen Blanca. Ahora sé por qué se me desajustan las piezas dentales cada vez que me monto en el metro ligero. El tranvía es un temible foco de vibraciones y EuskoTran ha de pagar por ello.
Me preocupa el nivel de credulidad que muestran los nuevos gestores de esta sociedad pública de transporte. ¿Van a tragar de ahora en adelante con todo aquello que les sugiera Lazcoz? Hablamos del mismo Lazcoz al que un día se le metió en la cabeza que el tranvía tenía que circular en vía única por General Álava y montó una polémica por ello con la anterior consejera de transportes. Miedo me da lo que pueda pasar con la ampliación del tranvía entre el candor de unos y la temeridad de otros. Hay buenas vibraciones que asustan.