Siempre que ETA nos deja una rendija abierta en la losa que ha colocado sobre el pueblo vasco es difícil no mirar al cielo con ojos llenos de esperanza. Cuando se produce una situación como ésta, cada uno de los vascos dibujamos en nuestra mente una serie de escenarios posibles; desde el más optimista, con la desaparición de los terroristas; hasta la vuelta a la situación anterior, eso sí, con una muesca más de decepción en nuestro alma.

En esta ocasión, una de las situaciones posibles hace que nuestros responsables políticos tengan que andar con pies de plomo: si permitimos a los que desde la política no condenan el asesinato volver a entrar en las instituciones vascas antes de que ETA deje definitivamente de apuntarnos con una pistola habremos retrocedido a la caverna.

Por supuesto que la izquierda abertzale tendrá que estar representada en las juntas generales y los ayuntamientos -la parte del independentismo que no comulga con los asesinos ya lo está-, pero no podrá ser hasta que acepte una regla de juego tan básica como que no se puede ir donde tu vecino a pegarle un tiro en la nuca.