NO sé si se han dado cuenta, pero el poder nos está jodiendo por todas partes desde que ese mismo poder, el que nos está jodiendo por todas partes, decidió que había llegado el momento de eliminar lo que esos pobres parias de la calle, los trabajadores, obreros o como quieran llamarlos, habían logrado durante decenios de movilizaciones, lucha en el asfalto y muertos, muchos muertos, cinco de ellos en nuestras calles vitorianas. Ese poder, el mercado, y no me refiero al lugar donde se puede conversar con la frutera o seducir al charcutero, sino al dinero que controla gobiernos, que sólo busca más dinero y que si tiene que robarlo lo roba, ese mercado derrumbó conscientemente parte de su castillo dorado, lo reconstruyó gracias a la intervención económica pública y, sobre todo, logró que el desempleo volviera a castigar a los ciudadanos de medio mundo (el otro medio no importa: se muere). Y éste era en realidad su principal objetivo, éste y su consecuencia: a más paro, más discursos sobre las dificultades de los empresarios para contratar, más peroratas sobre el enormes gastos que tiene que afrontar la Seguridad Social, más palabras sobre la necesidad de retrasar la edad de jubilación, más cabezas parlantes intentando convencernos de que hay que arrimar el hombro, hombre, y renunciar a contratos indefinidos, subidas de sueldo, indemnizaciones por despido, descansos semanales, vacaciones... Pronto nos pedirán que demos las gracias al patrón por haber sido dignos de su infinita generosidad. Rebélense.