COMO entremés, vaya por delante una primera impresión a botepronto. La noticia de un alto el fuego en cualquier tipo de conflicto armado es recibida siempre con alborozo; luego vendrán las matizaciones. La reacción de los partidos al comunicado de ETA, así como la de tertulianos y analistas políticos -aunque no unánime pero sí mayoritaria- ha sido de escepticismo. Escepticismo por la experiencia de otras veces y escepticismo interesado. Se ha calificado como insuficiente, decepcionante, ambiguo, con lo que se podrá estar más o menos de acuerdo, pero lo que es discutible son afirmaciones como que "ETA para porque no puede más". No cabe duda de que ETA se encuentra en el momento más crítico de su existencia, en el estado de mayor debilidad jamás conocido a lo largo de sus más de cincuenta años de lucha armada. Pero esa debilidad no es fruto, exclusivamente, a los golpes policiales, como asevera Rubalcaba.

Efectivamente, el acoso policial y judicial ha supuesto para ETA un fuerte revés, aunque esto no es nada nuevo. Es algo que se ha mantenido a lo largo de la existencia de la banda. Lo que pasa es que la presión policial ha sido de mayor o menor intensidad, según haya interesado al Gobierno de turno y al actual de Zapatero le va la vida en ello. Por lo tanto, sí que es cierto que el acoso policial ha contribuido al debilitamiento de ETA, pero lo que más ha dañado a la organización armada, lo que verdaderamente le hace tambalear, es el triángulo formado por la pérdida del apoyo popular, el desmoronamiento del colectivo de presos y los debates en el seno de la izquierda abertzale.

ETA, con líderes carismáticos en sus filas, disfrutó de un apoyo popular incuestionable, tiempos aquellos de ETA, herria zurekin en actos masivos y multitudinarios. Pero ese apoyo lo fue malgastando, despilfarrando los últimos vestigios de sus fans, tras el atentado de Barajas, que hacía saltar por los aires una tregua muy esperanzadora y una terminal del aeropuerto, que dejaba dos muertos y terminaba con la ilusión de un pueblo que acariciaba la paz.

El segundo lado del fatídico triángulo para la organización armada es el desmoronamiento del colectivo de presos, algo que antaño fuera como un fortín inexpugnable y que hoy se derrumba piedra a piedra, sin gran estrépito, pero que en poco tiempo será una auténtica ruina.

Por último, los debates de la izquierda abertzale que, tras dos años de duras reuniones por diversas localidades de Euskal Herria, culminaron con la presentación del documento Zutik Euskal Herria, donde se pone de manifiesto el compromiso con el uso de vías y medios exclusivamente políticos y democráticos, así como el desarrollo del proceso en ausencia total de violencia y sin injerencias, dejando como elemento de dirección del diálogo y la negociación, los principios del senador Mitchell.

El fruto de estos debates, el documento Zutik Euskal Herria, sirvió de base, junto a las aportaciones de EA, para la firma del acuerdo presentado en el Palacio Euskalduna el 20 de junio. Ahí es donde comienza a desarrollarse ese embrión de lo que puede y debe ser un fuerte polo soberanista, en el que todo aquel que crea en una Euskal Herria soberana tenga cabida. No me cabe la menor duda de que el alto el fuego anunciado por ETA ha tenido mucho que ver con el trabajo que vienen realizando la izquierda abertzale ilegalizada y EA. Recientemente, un documento de estas dos fuerzas abertzales pedía a ETA un alto el fuego con verificación internacional y el comunicado de la organización armada ha sido una primera respuesta. Es por esto, por lo que aquello de el polo soberanista a los pies de los caballos no se sostiene de ninguna manera. Más bien, al contrario, el polo soberanista hace mover ficha a ETA. Y mas que tendrá que mover.