TODAS las señales e indicios apuntaban a lo que iba a suceder. No hay sorpresas en el panorama político vasco; lamentablemente, todo discurre según lo previsto. ETA ha anunciado en la BBC una nueva tregua para impulsar el proceso democrático; un nuevo alto el fuego en la guerra que nuestros armados radicales tienen declarada al Estado de Derecho de un país democrático. ¿En qué mundo viven? No hay reconocimiento de la realidad, ni arrepentimiento, ni mucho menos propósito de enmienda; los inadaptados más recalcitrantes del país nos confirman que el enemigo sigue siendo todo aquel que no defiende o no aprueba sus métodos y sus postulados. Es la guerra y sobran los matices; el que no es amigo es enemigo. Es delirante, es cosa de locos.

Desafortunadamente, todo hace sospechar que es una nueva treta de ETA, un ardid, un movimiento táctico, que tiene como único fin reforzar el cada vez más debilitado movimiento patriota radical para que pueda presentarse a las próximas elecciones sin perder su cada vez mas minoritario y decadente apoyo social. El polo soberanista compuesto por lo que queda de EA y los radicales, lo necesita en esta tarea de agrupamiento.

Las condiciones para lograr la tan ansiada normalidad del país derivan de premisas falsas. De la equivocada idea de que aquí hay dos bandos enfrentados, cosa que evidentemente no es cierta y por lo tanto la deposición de las armas debe ser unilateral. Otra cosa es la Ley de Partidos que, en el caso de finalizar la amenaza etarra, caería por la lógica de que fue una excepcionalidad aprobada para una situación excepcional o, al menos, anormal en la Europa del siglo XXI. Por la misma razón, también se normalizaría la actual dispersión carcelaria. Coherentemente, las organizaciones próximas o manejadas por los radicales dejarían de estar vigiladas y presionadas. En lo referente a la reparación de todas las víctimas, será exigible con la nueva ley, que va a ser aprobada inminentemente con el apoyo unánime de todos los grupos políticos en el Parlamento español. En cuanto a las mesas de diálogo participadas por todos con la supervisión de mediadores internacionales para tratar sobre las consecuencias del conflicto, a mi juicio sobran, puesto que todos somos conscientes del sufrimiento, la desconfianza, las inquietudes, la inseguridad y los daños morales que ha generado en buena parte de nuestra sociedad. Algo sencillamente injustificable y trágico. Son puro surrealismo. Sé que reconocer la necedad y la inutilidad de sus actos, especialmente en el periodo democrático, es muy duro y decepcionante para ellos, pero peor es seguir insistiendo ante la inutilidad de su absurdo y errado proceder.

Leyendo los últimos papeles de la banda terrorista, me doy cuenta de la intransigencia, insensatez y patetismo de los que proclaman necesaria la lucha, dada la injusta situación de agravio permanente en que se encuentra la patria. Los autodenominados libertadores del país parten de errores y falsedades fácilmente demostrables. Estos guardianes de las esencias vascas, que utilizan la violencia con fines políticos en una democracia, muestran su recalcitrante actitud y lo cerril de sus tiránicas soflamas ante la imposibilidad de alcanzar sus objetivos por medio de las armas o la violencia.

Cuando uno lee que el nuestro es un conflicto de siglos, se queda perplejo y se pregunta dónde han aprendido historia estos sujetos. ¿A qué se refieren? ¿a las protestas, manifestaciones y huelgas del tardofranquismo? ¿a la Guerra Civil? ¿a las tres guerras carlistas? ¿a la Matxinada? ¿a la rebelión de los Caballeritos de Azcoitia? ¿a las guerras de religión?, ¿a la Reconquista? ¿a las guerras visigodas?

Todo el mundo especula hastiado con la posibilidad de que la esperada normalidad llegue por fin. Nadie quiere estar temeroso ni deprimido a causa del estancado conflicto, pero mucho menos sentirse nuevamente defraudado, pues se acrecentaría su depresión. Algunos de mis amigos más optimistas esperan ver una escenificación de un grupo de individuos con las caras tapadas delante del anagrama de ETA anunciando el abandono de las armas. Ojalá me equivoque, pero creo que eso no va a suceder jamás.

La inmensa mayoría de los ciudadanos vascos estamos contentos con nuestra imperfecta democracia actual. No queremos misioneros armados guardianes de las esencias vascas que nos salven de nuestros errores o pecados; queremos equivocarnos libremente, sin chantajes ni presiones de nadie. Nuestra dignidad y nuestra inteligencia se rebelan cuando los asustadores y matones vascos nos hablan de respeto a los Derechos Humanos.

La experiencia histórica, ciertos hechos actuales y factores como el hermetismo de la banda, su inercia y el tabú del abandono de las armas pesan demasiado frente a nuestras juiciosas razones, al mayoritario hartazgo social y al cúmulo de circunstancias desfavorables para ellos en el ámbito nacional e internacional. El anuncio de una nueva tregua estaba cantado. En cualquier caso, bienvenida sea mientras arriba el definitivo abandono de las armas, que es lo que ardientemente esperamos y deseamos casi todos los vascos. Cuando esto acontezca (no dudo que este nefasto ciclo acabará, pero no por negociación, sino por cansancio, aislamiento y deserción de la tropa afín), los amenazados, perseguidos y exiliados por causa de ETA podremos dejar de serlo, que es lo que realmente deseamos. Los 858 muertos no tienen ya remedio, desgraciadamente. A estos auténticos símbolos políticos de la lucha en defensa de la democracia, a sus familiares y allegados, les queda el triste consuelo de que su involuntario sacrificio les reportará el reconocimiento, la solidaridad, el apoyo y la admiración de la ciudadanía de bien.