jobar, cómo se las gastan los sindicatos. Temen, con razón, que la gran huelga general convocada para el día 29 resulte un fracaso. Porque los trabajadores están hartos de crisis, de este Gobierno que un día va y otro viene; también están hartos de ser ellos los que paguen el pato cada vez que hay problemas; hartos de que los bancos abran y cierren el grifo a su conveniencia aun a costa del dinero público; hartos los viejos de que se aprovechen de ellos para restañar algunas heridas que el manirroto de Zapatero causó para ganar las últimas elecciones; hartos los funcionarios de que se apele a su privilegiada situación para recortarles los sueldos; hartos los policías de no poder adherirse a las huelgas y que encima se les utilice para multar y recaudar un poco más de la cuenta. Y, aun y todo, la gente no parece muy entusiasmada con la huelga convocada. Pero, y a pesar de su hartazgo, la gente tampoco se fía de unos sindicatos que desde hace años están más pendientes de hacer política que de defender a los trabajadores. Sus dirigentes en las alturas y muchos delegados sindicales en las empresas gastan sus energías en averiguar cómo sacar partido a sus ventajas particulares y no en proteger los derechos colectivos. Entiendo que de vez en cuando hay que agitar las cosas para provocar reacciones. De hecho, cada avance social ha venido precedido de lucha, incluso con muertos. Pero una cosa es esto y otra es exhortar a los abuelos a que no cuiden a los nietos el día 29. El dirigente andaluz de UGT Miguel Pastrana se ha pasao tres pueblos.
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