Primero fue Fidalgo. En abril de 2001 firmó el acuerdo de pensiones en solitario con Aznar y la patronal, teniendo a 1.500 afiliados de CCOO tirados en la Castellana (los trabajadores de Sintel). Ahí empezó la traición a los trabajadores. Al año siguiente, su amigo Rajoy le dejó la televisión pública para vejar, insultar y criminalizar a esos mismos trabajadores que, engañados por las cúpulas sindicales, habían iniciado una marcha a pie hacia Madrid,

Estaban cómodos con el PP. De hecho, se comentaba que Fidalgo era un ministro sin cartera de Aznar. Son los mismos que consintieron los contratos basura y las ETT y ahora Fernández Toxo y Méndez gritan las mismas consignas que Rajoy, el PP, la Conferencia Episcopal y la extrema derecha junto a 15.000 liberados, de los 200.000 que tienen los sindicatos. La mayor plantilla después de los funcionarios públicos.

Se puede convocar una huelga o catorce si hace falta, porque el Gobierno se la merece, pero usar la misma táctica que la derecha cutre para derribar a un gobierno por parte de unos sindicalistas pijos es patético. Qué poquito han aprendido de Marcelino Camacho, que en vez de subvenciones y prebendas del Gobierno y la patronal, estaba en la cárcel y no viviendo del pesebre subvencionador.

Estos sindicatos no valen; los trabajadores tienen que ser autodidactas y defenderse fuera de éstos vividores. Ya los rechazaron también los trabajadores de Puertollano, que cuando fueron a hacerse la foto les corrieron a gorrazos.

Parece que ya se están acoplando al nuevo PP por si Rajoy gana las elecciones. Hay que buscarse las subvenciones con anticipación. Y qué mejor que con la derecha, que les comprende y les mima.