SEÑORES, cómo está la Iglesia. Que la cosa no andaba muy bien era algo obvio después de las magníficas pancartadas que se marcó en su día en la Villa y Corte la Conferencia Episcopal. Luego se ve que le dio un poquito de apuro la que montó y ha optado por azuzar las brasas y que sean otros los que den la cara en las manifas. Y vaya por delante que a mí me parece un magnífico ejercicio ciudadano que la jerarquía eclesiástica se mezcle con el populacho y salga a la calle para ejercer su legítimo derecho a la libertad de expresión. Sólo faltaba. ¿O no le sentó bien al PP hacer lo propio durante la pasada legislatura? Que alguno de Génova pasó más tiempo en la pancarta que en el despacho. ¿De dónde se creen que viene el palestino superfashion de Cospedal? Pero lo de ahora me tiene más preocupada, si cabe. El padre Arthur Hervet, de una parroquia de Lille (Francia, sacrebleu!) está horrorizado con la Operación Limpieza que ha emprendido le petit Nicolas (Sarkozy) deportando a gitanos de origen rumano que vivían en campamentos itinerantes en el hexágono. El hombre está tan afectado y desesperanzado que sólo ve una salida: "Me gustaría que Sarkozy tuviera un paro cardiaco". Ahí queda eso, toma ya piedad cristiana. Pero no se crean ustedes, que el padre Hervet lo dice por una buena causa. Éste es sólo un clásico ejemplo maquiavélico del fin justifica los medios: "He conocido a muchas personas que, después de un ataque al corazón, no volvían a ser las mismas, es necesario que el presidente se despierte". Estimado padre, milagros, me temo, ni en Lourdes.
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