anda en entredicho la Justicia sueca por el lío que ha armado su fiscalía en torno a Julian Assange, a la sazón fundador de Wikileaks, el sitio web donde se publicaron a finales de junio miles de documentos secretos sobre la intervención estadounidense en Afganistán. El viernes por la tarde le acusaron de violador y el sábado por la mañana retiraron la orden de detención en base a nuevos datos que ya me dirán ustedes quién trabaja así de rápido y en noches festivas. Todo suena raro, muy raro, y ya se ha encargado el propio Assange de denunciar una campaña en su contra promovida por el Pentágono a la más pura película de chantaje, y con contenido sexual además. Quizá nunca se sepa si todo ha sido un burdo montaje de la CIA -que como ya hemos visto en otras pelis también la cagan-, una simple metedura de pata de la fiscalía sueca o si en efecto Julian no es sino un cerdo maltratador de mujeres. Correrán rumores, se harán documentales sobre la guerra sucia de los servicios secretos y, sobre todas las cosas, Wikileaks y su dueño engordarán su fama mundial y sus beneficios como víctimas del sistema. Si no muere antes, claro, en uno de esos accidentes que también nos ha descubierto el celuloide en múltiples ocasiones. Todo esto suena a ficción y uno más bien pensaría que el Assange éste no es más que un aprovechado del sistema al que dice denunciar. Entonces, me acuerdo de Conspiración, cuando el chalado Mel Gibson y la adorable Julia Roberts luchaban por sus vidas y al final tenían razón. Y dudo...
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