EL ser humano hace cosas extrañas. Ejemplo evidente. Un tipo murió hace unos días asfixiado en una sauna. Eso no es lo raro, aunque no debiera ser normal, lo alucinante es que el hombre en cuestión era un participante en un campeonato de sauna. ¡Hay un campeonato de sauna! Como apuntaba un compañero en estas mismas líneas hace sólo unos días, el tema es tan singular como la afición en tierras británicas -creo- a tirarse colina abajo persiguiendo un queso rodante. Viene a cuento este asunto de que leo en la contraportada de DNA de ayer que un centenar de personas se montaron desnudas en una montaña rusa en Inglaterra. Al parecer, se trataba de batir un récord: o sea, que antes ya hubo otras 32 personas que se levantaron de la cama y decidieron que qué mejor manera de pasar el día que abordar en cueros -cómo me mola esta expresión, por otra parte absolutamente descriptiva e inequívoca en su literalidad- el dragonkan de turno. Sí, por aquellas latitudes proliferan las extravagancias como champiñones, a las pruebas me remito. Por aquí también andamos sobrados: sin duda el salto mortal -esto también es literal- desde la fuente de Navarrería en Pamplona y algo que han bautizado balconing, que viene a ser lanzarse en plan cafre a la piscina del hotel de Mallorca desde el balcón de tu habitación, se llevan la palma en el ranking de estupideces. Un dato curioso, en esto de las rarezas la nacionalidad sí importa: los australianos se lanzan de la fuente y los alemanes, del balcón. Desconozco el motivo. Conclusión: el ser humano se aburre mucho.