Hoy toca demagogia. No es muy periodístico según los cánones clásicos de la profesión -a los que nadie hace caso-, pero es divertido y además, abundando en la demagogia como en un repliegue cósmico tipo cuarta dimensión, si la clase política vive instalada en ella -en la "degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder", según el DRAE- no seré yo menos. Dice Cristóbal Montoro -gurú económico del PP, con permiso de Rodrigo Rato y mientras Manuel Pizarro no aparezca para hacerle sombra con ínfulas de ministro- que a ver cuándo nos cepillamos esto de las huelgas, que es un rollo muy antiguo -"decimonónico"- y una "ruina para el país". Preguntas que me asaltan. ¿Habla Montoro o Gerardo Díaz Ferrán, incombustible presidente de la CEOE? ¿No pertenecía este señor al mismo partido que María Dolores de Cospedal, la del palestino de diseño, la del partido de los trabajadores? ¿Qué opinarán todos éstos de la felicidad de Letizia Ortiz con su "trabajo actual"? ¿A qué se referirá con lo de trabajo? ¿Y si aplicamos el silogismo de Montoro sobre la huelga a la monarquía? ¿Sería entonces el PP un partido republicano y obrero? ¿Qué hacemos entonces con IU, por ejemplo? ¿Sería posible en esta realidad que Santiago Carrillo y José María Aznar compartieran mitin? ¿No estaremos ante una nueva pinza al estilo de la última legislatura de Felipe González? Mola esto de la demagogia ¿o no?
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