las operadoras de telefonía son de las pocas empresas del mundo globalizado exentas de dar la cara, en el sentido figurado y literal. Por si esto fuera poco, estos entes inertes carentes de cualquier atisbo de raciocinio son capaces de demostrar que los fantasmas existen y cobrar por ello. Así lo acaba de evienciar el caso del catalán Xavier S.G. Recibió una cuantiosa factura mensual de Orange que le cobraba cuatro llamadas hechas desde el extranjero, una de las cuales superaba los mil euros. Hasta ahí, cabe el beneficio de la duda. Lo kafkiano empieza cuando resulta que, según la factura, todas las llamadas tenían una duración de 0 segundos y el destinatario era el mismo número que las realizaba. Xavi se llamaba a sí mismo y además desde un teléfono apagado, pues podía acreditar que en el momento de las llamadas estaba volando destino a Kiev a 9.000 metros de altura y con el móvil necesariamente fuera de servicio. Al solicitar a la compañía la rectificación de la factura -sospecho que desesperándose en un laberinto de operadores que se pasan la pelota de unos a otros- una teleoperadora con un tacto y sentido común medio punto por encima del tucán le instó a Xavi a que se dejara de mandangas y abonara la factura en un plazo de cinco días, bajo amenaza de otros requerimientos más taxativos, tras zanjar la discusión sentenciando que seguramente su móvil sí estuviese encendido y realizara aquella llamada a sí mismo durante 0 segundos y por un importe de 1.022,71 euros, IVA incluido. No se le ocurra buscarse a sí mismo, y menos a 9.000 metros de altura.