Es lo que tiene el fútbol, que da para hablar de todo menos de fútbol. Ya me temía yo que, a pesar de todo, acabaría dedicándole al Mundial dichoso otra Mesa; en fin, cautiva y desarmada, abracémonos a la realidad y asumamos que, sí, fútbol es fútbol. Ya me voy decantando. Ghana me estaba molando, pero finalmente voy con Argentina. Es que hace un tiempo me reconcilié con Maradona, con su icono más que con su persona, y sólo pensar en la alegría que se pueden llevar en la Boca, en esa resignación preñada de fatalismo pero también de ese optimismo porteño de que mañana será otro día... Qué quieren que les diga, aunque tengamos que soportar a Dieguito paseando sus vergüenzas en malitencionada comparación junto al obelisco de la plaza de la República bonaerense, a mí me alegra el espíritu ver al hermano del otro lado del océano en éxtasis, aunque sea deportivo y con caducidad. También llevo en el corazoncito a Francia. Grandes, la que han liado. Si no fuera por el uniforme tricolor y a tenor del sindiós que les rige, cualquiera diría que son españoles. Lo bueno del fúbol es que Anelka y compañía son estrellas y nadie les tocará un pelo -metafórico- ni un euro -literal-. En una empresa en ERE les quisiera yo ver a estos líderes de la protesta obrera. Y como fútbol es fútbol, la culpa de que una selección pierda la tiene, sí, una mujer. Y el medio para el que trabaja, escarbando en la mierda. Lo que sea, unos y otros, para dejar claro que una mujer es un florero intruso, más allá de lo bien o mal que haga su trabajo. Y es que, amigos, el fútbol es así.