HOY puede ser un buen día para recomendar un libro. Para perderse entre el papel y la tinta -¿por qué los códigos binarios y el mundo digital son tan fríos? ¿es posible humanizar la tecnología? ¿no lo hizo acaso aquel inmenso Rutger Hauer que vio cosas que nosotros no creeríamos, "atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir..."?-. No he leído mucho a José Saramago, pero si hay un día para animarse es hoy, supongo. Yo lo hice con El viaje del elefante, casi casi un cuento en la dimensión ortodoxa del término. La rocambolesca historia de un elefante asiático en su tránsito de Portugal a Austria en pleno siglo XVI, a ratos surrealista -imagínense la narración de una caravana encabezada por el archiduque Maximiliano y señora atravesando los Alpes con el paquidermo al que, por cierto, ya han relegado a posiciones finales del séquito tras comprobar el error de viajar justo detrás del bicho, un honor, a priori, salvo por el pequeño detalle de que Salomón, que así se llama tras ser rebautizado, no tiene demasiados remilgos en aliviarse delante de sus majestades-, pero finalmente una irónica crítica de la sociedad en la que hoy, señores, quinientos años después, vivimos. Anímense, cualquier excusa es buena para leer, éste u otro, qué más da. La lectura nos hace más libres. Piénsenlo, los grandes dictadores suelen tener mucha prisa en prender piras de libros. ¿Arderán con la misma eficacia los e-book?
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