LOS lobos son animales depredadores que viven en forma de clan. Superan en astucia a las especies del entorno y sólo ceden ante fuerza mayor. Nacen para dominar y jamás se asentarían junto a animales que los doblegaran. Marcan su territorio, lo defienden a vida o muerte, y sus guaridas las ubican en las montañas, desde donde otean el pacífico pastoreo de otras especies en el valle, vigilan la llegada de intrusos, se defienden de los ataques y encuentran refugio tras sus acciones.

Los especuladores financieros internacionales son hoy la viva imagen de una jauría de lobos. Tienen más fuerza que nadie, actúan con total impunidad, y ninguna ley ni poder constituido ha sido capaz de doblegarlos, a pesar de ser causantes de la crisis que vivimos. Con la globalización se han hecho apátridas, y cuando se lo proponen actúan en todo el mundo, al unísono, a tiempo real, con acciones rápidas, audaces e implacables como los lobos, dejando a nuestros gobernantes e instituciones sin capacidad de reacción.

Las montañas donde se refugian son las tripas y desechos de las nuevas ciencias y tecnologías que digieren las viandas del desarrollo global: la cibernética, telecomunicaciones, los satélites, la informática... Artilugios que emplea la mano invisible de los mercados y que sólo obedecen a la ley del capital. Las grandes masas de dinero están en los dígitos de sus ordenadores y nada les impide hacerse con ellas, aunque sea a costa de arruinar a los demás. No necesitan de ese dinero para vivir, pero les atrae como la sangre a los lobos. Se sienten favorecidos e impulsados por el viento ideológico neoliberal que sopla por todo el mundo y al que jamás darán la espalda.

Mientras nuestros representantes políticos decidían y deciden qué hacer, nos han dado varios hachazos, llevándose de las bolsas europeas y la deuda soberana miles de millones. Ahora van claramente a por el euro. Primero fue Grecia, después Portugal y España, Irlanda y lo que vendrá. Cada día que pasa apuestan a doble o nada. Ahora, a pesar de las medidas tomadas, parece que la decisión ya no puede venir sólo de Europa, sino que debería ser el G 20 y el G 7. Nadie los ha elegido, nadie dice quiénes son, pero nos imponen dictatorialmente su ley. Mueven el crédito internacional y viven del desgobierno, la mala imagen y la supuesta debilidad de los países que atacan. Administran grandes fortunas, propias y ajenas, normalmente recogidas de humildes ahorradores, en forma de fondos de inversión. Las ingentes masas de dinero que mueven no dudan en emplearlas incluso contra los propios países que se las prestan. La economía productiva les parece poco para invertir.

En España nos ha costado demasiado entender sus reglas de juego. Nos prestaron dinero a manos llenas y ahora nos penalizan porque consideran que vamos a tener dificultades para devolverlo. El presidente Zapatero, tras dos años de mirar para otro lado, ha tenido que sufrir un duro despertar ante las exigencias de Europa, en la que se supone que estamos y codecidimos. El PP sigue el tranquilo sueño, sabedor de que si el presidente y el PSOE se abrasan, ellos despertarán apaciblemente en La Moncloa. Los ciudadanos, que saben siempre lo que desconocen los gobernantes, reconocen haber vivido por encima de sus posibilidades y están dispuestos a luchar, pero todos a una.

El Gobierno, ante las inminentes exigencias de Europa, cargó sobre los principales promotores de esta crisis: los funcionarios, pensionistas, dependientes y madres jóvenes. El PP dice que son medidas antisociales, y que con ellas sólo no salimos de la crisis. Nadie habla del fraude fiscal 20%-25% del PIB, el impuesto derogado sobre patrimonio, el 1% que pagan las sociedades interpuestas, SICAV, con miles de millones de euros de beneficios, el dinero salido de la especulación a los paraísos fiscales, las corruptelas generadas en la vida política y social con la burbuja inmobiliaria, o las medidas que se pueden emplear contra las rentas más altas y los banqueros, que algo tendrán que decir respecto a los orígenes de esta crisis y nuestra propia burbuja inmobiliaria. ¿Alguien se ha preguntado qué pasaría si, de repente, se suspendieran los billetes de 500 euros y hubiera que pasar por ventanilla para reconvertirlos?

Los lobos se vuelven locos cuando atacan y se produce la estampida de la manada. A los especuladores les sucede lo mismo con los conflictos y las disputas internas dentro de un país. La bronca política y social es como levantarles la veda para actuar. El señor Rajoy y su grupo, con sus filípicas y exabruptos fomentan permanentemente la imagen negativa del país. No sólo no arriman el hombro, como se lo pedimos todos, sino que realizan el efecto llamada a los especuladores. Ahora, después de lo dicho, nos tendrán que decir qué piensan de las propuestas para Alemania de la señora Merkel y del señor Cameron en el Reino Unido. Las huelgas generales son brindis al sol; pero, ¿alguien se ha preguntado qué sucederá si las medidas impuestas por la Comisión Europea, el Banco central Europeo o el FMI son contraproducentes para la recuperación económica?

Los ciudadanos sabemos lo inevitable del esfuerzo que vamos a tener que realizar. No pedimos salva patrias, pedimos que nuestros representantes políticos hagan una autocrítica seria, que se olviden de intereses electorales y se pongan a trabajar. Los ciudadanos de la calle les pedimos un acuerdo serio y urgente entre el Gobierno, las autonomías y los ayuntamientos, entre todo el espectro político, la patronal, sindicatos y todo lo que se mueva y pueda aportar algo. Los platos rotos los hemos de pagar entre todos.