primero era el miedo a que nos comiera el pez grade de nuestro vecino y sin embargo secular enemigo. Luego, que no se respetaban las idiosincrasias provincianas y que en ello nos iba poco menos que la supervivencia de las esencias patrias alavesas invocadas por intereses mundanos. Más tarde, recelábamos del color político que iba a tener la ceremonia y calculábamos el momento y el lugar en función de quién y cómo iban a sentarse en los sillones. Tan pronto nos quejábamos porque el proceso iba demasiado rápido y decíamos que era mejor actuar con maña y cautela -ilustres virtudes alavesas de doble filo-, como que de repente nos entraban las prisas en el juego de las sillas, temiendo quedarnos sin asiento. Y cuando metíamos el turbo del discurso de lo urgente y prioritario, no tardábamos en convenir que no era el momento por la coyuntura política y el aparato de partido echaba el freno porque los suyos partían en desventaja. Y así, todos los intentos de Caja Vital por alcanzar las uvas de una fusión de cajas vascas potente iban cayendo en saco roto porque sus directivos no sabían si iban o venían y no acertaban a acompasarse con tiempos. Ahora su presidente, apremiado por su impulso personal, se inventa eso de la fusión fría -que debe ser algo así como cantar ni contigo ni sin ti- recurriendo a los favores de los voceros del establishment, pero ni por esas; nadie se ha dado por enterado. Las oportunidades persiguen a la Vital, pero ella es siempre más rápida. Total... las uvas estaban verdes.
- Multimedia
- Servicios
- Participación