DICEN que la transición del régimen de la dictadura a la democracia fue todo lo posible en aquellos momentos, para desmontar el franquismo sin mucho estruendo ni ruido de sables. De ahí, se alumbró una constitución, la ley de leyes que marcaría el futuro democrático. Seguía siendo la mejor constitución posible, cuando menos por el momento y ya veríamos cómo se iba mejorando después. Aquella ley marco de la democracia en España consagró la monarquía y al monarca Borbón por imperativo de Franco. Bien es cierto que es un Rey que no pinta nada, pero cuesta mucho dinero y además es inmune a la justicia, por si se le ocurre o se le descubre algún desmán. Encomendó al ejército golpista, cuando menos hasta entonces, pero después también y todavía se arrastran las consecuencias de aquel 23-F, como garante de la unidad de España. Las mujeres no tienen derecho a heredar el trono, que si creo que no debiera de existir, en su caso, todavía andamos por esas ramas discriminatorias, y el Ministerio de Igualdad ¿no está ni para eso? Constituyó una monarquía parlamentaria cuyos representantes de la soberanía popular son los partidos políticos. Todo eso sigue vigente, pero por ejemplo, ¿el derecho a un trabajo digno?, ¿el derecho a una vivienda?, ¿la igualdad de todos ante la justicia? ¿De que qué justicia se trata, con un juez, me da igual cómo se llame, encausado por los franquistas de la Falange, por investigar las atrocidades de la dictadura? En fin, qué decir, por no prolongarme en demasiado exceso.

Hagamos un poco de memoria y veremos que sobre esa Constitución sobre la que se podría vislumbrar una mejora progresiva y sobre ninguna otra, se han podido pronunciar todos los menores de 50 años de la actualidad. Y que concretamente en Euskadi se implantó con un voto favorable en torno al 30% ¡y no se ha modificado un ápice! ¿Es que no ha cambiado la sociedad en 31 años? Porque quiero recordar que en democracia, las leyes deben de adaptarse a los usos y costumbres sociales y éstas cambian con el tiempo. Pues bien, hoy en día, en algunos niveles políticos, aquella Constitución posible entonces, hoy garantiza la panacea de la democracia.

En esta democracia sólo se participa votando en un sistema electoral dirigido hacia un bipartidismo español, quedando unos restos de representación popular casi testimoniales. Como es sabido, los partidos políticos son quizá las organizaciones más antidemocráticas que existen, cuya democracia interna suele estar dirigida por sus aparatos internos. Cada vez es más visible su falta de transparencia, con un índice de corrupción tendente a generalización, como un derecho adquirido y defendible en base a que de alguna forma se tienen que financiar. Las listas cerradas confeccionadas por los aparatos en base a intereses intestinos coartan la libertad de voto a la ciudadanía. ¿Por qué tal resistencia a las listas abiertas y que los ciudadanos puedan tachar de la lista a quienes le desagraden? ¿Por qué hay que votar a quien diga el partido?

Y todo ello, para llegar al servicio del gran capital, o sea, a ese conglomerado formado por la Banca, las multinacionales reinas de la globalización y todo aquello a lo que los gurús de la economía denominan "el mercado", "los inversores", "los especuladores", a los que se les da nuestro dinero comunitario para se recuperen de sus desmanes y nos sigan expoliando. Para llegar allí donde los gobiernos, ya unicolor cuando menos en cuanto a la asunción y sumisión al neoliberalismo feroz, obran de serviles al dictado del interés del gran capital.

Hace ya un tiempo que la izquierda renunció inexorablemente a las teorías marxistas, pero ¿les suena de algo aquello que pronosticaba Karl Marx sobre la acumulación progresiva del capital en pocas manos provocando la dictadura del capital? Y mientras tanto por conveniencia para los intereses del capital, se ha escenificado una sociedad de clase media ficticia que no se sustenta porque no hay recursos para ello, porque el capital lo ha dejado pasar por sus manos para provocar un consumo desmesurado que colme la voracidad del amasamiento de beneficios, o sea, acumular más capital en pocos centros de decisión para poder ponerse de acuerdo en la continuación y presión en sus prácticas. Así se ha creado una gran clase media aburguesada, individualista, insolidaria y ?.un proletariado prácticamente compuesto por los inmigrantes que ya no nos sirven si no es para hacer lo que a nosotros nos degrada y engordado en los tiempos más recientes por la mano de obra sobrante y desechada por el sistema especulativo.

Y ahora qué, a esperar a que nos arregle el tema Zapatero, o el otro, o qué. Que no tienen la solución, igual tampoco ni idea de cómo solucionarlo porque ya están quemados y subordinados al poder, que esto no nos lo arregla nadie, si no es con la concienciación y exigencia de los derechos de una soberanía popular organizada, implicada y solidaria, dejando de ser rebaño para convertirnos en una convivencia de personas dignas.