MAHMOUD Zawahra es palestino, tiene 38 años, cinco hijos y un sueño: que un día se respeten los derechos humanos, el derecho internacional, y su pueblo pueda vivir en paz, justicia y libertad. Para Mahmoud, la paz no es simplemente un fin, sino el medio. Hace mucho tiempo que decidió seguir el camino de la paz, usar la palabra y la creatividad para devolver la humanidad a su pueblo.

"Si pasó en América, en Sudáfrica, ¿por qué no puede ocurrir en Palestina? ¿Por qué en Palestina no puede llegar el día en que tengamos derecho a movernos libremente, a que no nos metan en ghetos rodeados de muros de hormigón de 10 metros y vallas electrificadas, a que no nos derrumben o quiten nuestras casas, a que nos dejen a acceder a nuestras tierras para cultivarlas, a que no nos quiten el agua? ¿Por qué no podemos tener el derecho de que nuestros hijos acudan a la escuela sin ser atacados o a que nuestras mujeres se pongan de parto a las 10 de la noche, y podamos salir de nuestro pueblo para llevarlas al hospital? ¿Por qué no tenemos derecho a visitar a nuestras familias aunque vivan en el pueblo de al lado, ni a ir a rezar a Jerusalén? ¿Por qué necesito una hora y media para llegar a mi trabajo y ser humillado tres veces al día, si trabajo a 20 kilómetros de casa? Estoy seguro de que vamos a vencer, porque la verdad está de nuestro lado, el derecho internacional está de nuestro lado. Si la Comunidad Internacional no vela porque se cumpla, tendremos que hacerlo nosotros".

Así lleva años organizando marchas, manifestaciones, sentadas... reuniéndose con distintos representantes políticos, viajando al extranjero para difundir el mensaje del pueblo palestino, para explicar lo que pasan, para crear una red de apoyo internacional, porque solos no pueden vencer a la cuarta potencia militar del mundo.

A Israel no le gustan los palestinos pacifistas, los que van desarmados, los que hablan y practican la paz. Ya se lo habían advertido, los soldados ya habían entrado en su casa en medio de la noche rompiendo puertas y ventanas y amenazando a su esposa e hijos. Ya le habían arrestado y avisado de que no organizase ni participase en ninguna manifestación, ya le habían parado en un puesto de control y le habían golpeado violentamente durante dos horas para que lo tuviera bien claro. Ya han muerto 30, la mayoría niños, en este tipo de marchas, y hay cientos en las cárceles.

Estuve con Mahmoud haciendo visitas a distintos representantes políticos, a organizaciones de la sociedad civil, dando charlas abiertas aquí en Euskadi. Todas las personas que nos recibieron mostraron apoyo, comprensión y admiración por su causa. Pido que ahora que se nos presenta la ocasión, nos solidaricemos con él. Si queremos la paz en Oriente Medio, deberemos dar una oportunidad a los Gandhis palestinos.

Esther Vital García

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