ya el año pasado se presentó en la fiesta como un nuevo invitado, de la mano de importantes promotores. Se introdujo con descaro como un amigo más de la cuadrilla y muchos destacaron sus grandes virtudes. Pero otros pocos no nos terminamos de fiar y no podemos evitar verle un cierto aspecto extraño, frío y, por qué no decirlo, hasta pijo. Que le hemos cogido manía, vamos. Aún no sabemos si el libro electrónico, el pomposamente llamado e-book, es amigo o amenaza. "El Día del Libro" viene este año precedido de la publicación de Nadie acabará con los libros, que recoge una sugerente conversación entre el dramaturgo Jean-Claude Carrière -autor de guiones como El discreto encanto de la burguesía de Luis Buñuel o Cyrano de Bergerac- y el magistral Umberto Eco, que hizo en El nombre de la rosa una genial llamada a la liberación de los libros de la oscura Biblioteca de Babel de su antagonista Jorge de Burgos... perdón, Jorge Luis Borges. Dice el italiano que "el libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor. El libro ha superado la prueba del tiempo. Quizá evolucionen sus componentes, quizá sus páginas dejen de ser de papel, pero seguirá siendo lo que es". Bien dicho, aunque me resisto a conceder ni siquiera la amortización de las páginas de papel. Todavía no me veo de madrugada poniéndoles los cuernos a mis libros con un aparato electrónico. Vale, que pase el e-book, que se siente y hasta le invitamos a una cerveza. Pero de ahí a ser de la cuadrilla y meterse en nuestra cama...