Este avance de la vía posibilista del MLNV en la intención de liderar un proceso de paz nos merecía a todos los demócratas un enorme respeto; nos merecía a todas las bases nacionalistas una profunda y renovada esperanza, después de haber sido truncada en ocasiones anteriores; e incluso los gobiernos central y vasco reconocían "el esfuerzo inédito de la izquierda radical en su apuesta por las vías pacíficas y democrática" -según informaban desde fuentes acreditadas-, mientras se mantenían a la espera de la reacción de los abertzales tras la comisión de un próximo atentado de ETA.
Pero allí donde todos veíamos avances, trabajos y esfuerzos en la vía certera, resulta que la Fiscalía de la Audiencia Nacional lo que veía eran "indicios racionales de criminalidad en la intención de liderar un proceso de paz". Si esta Fiscalía veía indicios de criminalidad en la intención de liderar un proceso de paz, ¿sería también capaz de ver indicios de legalidad en la intención de liderar un proceso de guerra?
A mí, así como a muchísimos ciudadanos, nos daba la sensación de que estos argumentos de la Fiscalía no se sostenían, de que eran algo así como una aberración de la lógica sometida a las influencias fantasmagóricas de una pretendida y actualizada estrategia político militar de ETA.
Y lo que necesitábamos en esos momentos no era una Fiscalía deambulando en la penumbra de las mitificaciones concernientes a intenciones ocultas de fuerzas del pasado, sino una Fiscalía abierta al cielo claro de las realidades presentes, aunque esa claridad les deslumbrara hasta el punto de cegarles pasajeramente.