EL Tribunal Constitucional (TC) no consiguió tampoco el viernes una postura común sobre la "constitucionalidad" del Estatuto catalán, gran parte de cuyo articulado ha sido recurrido por el PP. Los diez magistrados que componen este tribunal intérprete de la Constitución votaron por primera vez de modo formal sobre la propuesta de sentencia y dividieron su voto casi por la mitad: seis de ellos a favor del borrador presentado por la ponente Elisa Pérez y otros cuatro en contra. Se trataba nada menos que del quinto intento de alcanzar un pronunciamiento sobre el Estatut, cuatro años después de que entrara en vigor. Aunque se produjo una votación formal por primera vez, la realidad es que los miembros del TC ya habían intentado en otras cuatro ocasiones alcanzar un acuerdo. Las deliberaciones, filtraciones y el resultado de la votación son un insulto a Cataluña y a la representación de su soberanía materializada en un referéndum. Es grave, porque el borrador de sentencia rechazado proponía la inconstitucionalidad de nada menos que 14 artículos, entre ellos el gran sacrilegio de considerar el catalán como "lengua preferente". Es decir, se proponía cercenar el texto. Pero es que a partir de ahora, el futuro del Estatut será aún peor porque el sexto borrador intentará declarar inconstitucionales más artículos y preceptos, entre ellos la consideración de Cataluña como una nación y la utilización de sus símbolos nacionales. Este fracaso del TC ha disparado las voces críticas que piden un cambio de componentes que pueda abordar con garantías un nuevo fallo sobre el Estatut después de las próximas elecciones catalanas, previstas para otoño. Esta sería, sin duda, una buena salida para Zapatero y para Montilla, pero en modo alguno para los catalanes. Su norma básica no puede estar sometida al albur de la composición de un tribunal, es decir, de si un partido consigue colar a más integrantes de su sector afín que los adversarios. Las naciones que componen el Estado español necesitan garantías de que su soberanía y sus decisiones serán respetadas, más allá de la coyuntural composición del TC. Lo que está en juego es si la Constitución es un corsé o en ella caben las diferentes expresiones nacionales. Es decir, si sirve de algo cambiar los miembros del TC o lo único que cabe cambiar es la propia Constitución.