La primera década del siglo XXI ha traído consigo episodios memorables en la historia política, económica y sin duda moral de la sociedad desarrollada actual. Si sólo damos un vistazo a algunos de los suceso más renombrados nos encontramos con la revolución de las TIC"s, donde la web 2.0 ha liberado la manera de comunicarnos. El tsunami de Asia y los terremotos de Haití y Chile han logrado unir los mayores planes e intervenciones de cooperación internacional que el hombre ha desplegado últimamente.
EEUU proclama el primer presidente afroamericano en toda su historia, y un canto de esperanza pareció expandirse por el mundo entero al compás del famoso Yes we can. Muchas, no todas, pero muchas barreras e ideologías racistas y excluyentes que habían permanecido por siglos en el corazón de una sociedad, caían ante el acto de toma de posesión de Obama (sueño por el que muchos murieron). Y además logra que el sistema de salud aporte más que avances científicos a una pequeña elite322. Logra una atención médica digna para un amplio porcentaje de la población.
Por otro lado, en Francia contemplaba el pasado 21 de marzo cómo la izquierda se hacía con una victoria abrumadora en las elecciones regionales a dos años de las elecciones presidenciales.
Si todo esto ha sido posible, ¿por qué resultó imposible el acuerdo ambiental de las grandes naciones sobre el tema del calentamiento global? ¿Por qué resulta casi imposible reducir nuestros consumos para disminuir las emisiones de CO2 y así detener los cambios (científicamente comprobados por el IPCC) y que son catastróficos para muchos? ¿Cómo se pudo ser tan sordo, ciego y mudo ante la realidad de un planeta que nos envía señales y pide un acuerdo de voluntades comunes?
Quizás porque es más fácil, bajo nuestra contradictoria condición humana, conseguir acuerdos financieros y políticos que respondan a intereses particulares que alcanzar el acuerdo más importante que conoceremos como especie. Sí, se necesitan grandes cantidades de sacrificio económico, pero más que todo se precisa de niveles de conciencia tan grandes, colectivos y radicales que podríamos filosofar largamente sobre si lo que nos falta es la capacidad o voluntad para lograrlo.