SOSTENGO que el amor es bueno, es sabio y es propicio al bien. No obstante, mantengo que, aún siendo cosa natural amar el terruño, a sus paisajes, a su paisanaje, a la lengua y a las costumbres propias, el celo patriótico (como el religioso, el ideológico o el amoroso) cuando es en extremo posesivo o excluyente, puede ser perjudicial para el objeto amado. Afirmo que estos excesos amorosos pueden llegar a ser fatales y demasiadas veces lo son. De tal suerte que, la maté porque era mía, mía o de nadie, patria o muerte siguen estando hoy muy de moda, desafortunadamente. Egie da.

Ciñéndonos al ámbito político vasco y hablando de los exacerbados amores patrióticos, el de nuestros inadaptados radicales es patológico. Tras haber analizado racionalmente su último replanteo (reflexionar requiere tiempo, método y cansar la mollera) y dado que nombrar la cuestión clave del abandono de las armas sigue siendo un verdadero tabú para ellos (ni si quiera se menciona a ETA), solamente confirmamos que nuestra democracia no les gusta, y que nos siguen proponiendo una especie de democracia a la iraní, con los no mencionados Guardianes de la Revolución dispuestos a preservar las esencias de Euskalherria a cualquier precio.

Lo siento por ellos pero la inmensa mayoría de vascos no queremos su teocracia defendida por misioneros armados. Preferimos nuestra democracia, donde todos asumimos que sin el apoyo de una amplia y acreditada mayoría de ciudadanos, capaz de llegar a acuerdos, nada arraiga ni permanece. La urgencia, prioridad o necesidad que aducen aquellos que pretenden cambiar nuestro actual estatus territorial o normativo es abordable y discutible; no así la unidad, hoy sin fisuras, de los demócratas para acabar con la lacra del terrorismo. Por eso, en asuntos tan cruciales para el país como los que afectan a la pacífica convivencia ciudadana, nuestro esfuerzo para buscar el consenso debe ser necesariamente común y reconozco que lo ha sido últimamente.

A mi juicio, los vascos somos hoy una parte privilegiada de la España de las Autonomías a pesar de que, tal vez por causa de nuestro carácter, seguimos estancados en nuestro tradicional, permanente y extremado enfrentamiento político. Nuestro país, tan pequeño como densa e irregularmente poblado, es una de las regiones con mayor calidad de vida de Europa, es decir, mundial, excepto para un 3% de la población, los que seguimos amenazados, perseguidos y exiliados (interna o externamente). Afortunadamente, gracias al común esfuerzo de las instituciones locales, nacionales e internacionales y desprovista hoy del aura antifranquista de sus inicios, que ya no le sirve de romántica coartada, sin objetivos alcanzables, con su escasa tropa neutralizada y dividida, ETA agoniza, aunque somos conscientes que en sus últimos estertores aún puede causar necios y vanos daños. De hecho, lo está haciendo y sabemos que lo va a seguir intentando. Ala da, tamalez.

En el nombre de los 858 muertos, de los más de 16.400 heridos y de las decenas de miles de amenazados, perseguidos y exiliados por causa de ETA, en el de sus familiares y allegados, y en defensa de la libertad de todos, se sigue requiriendo, por parte de los políticos demócratas vascos, altura de miras, fuertes dosis de coraje, de voluntad de acuerdo, de respeto mutuo, de comunicación y, sobre todo, de confianza. Hoy más que nunca, necesitamos políticos sensibles y solidarios. Personas tenaces, decentes, sinceras, claras, directas y discretas. Dejémonos de fanfarronear y de presumir de doctrina. Basta ya de sectarismos y de tanta retórica vacía. En este asunto tan vital, cedamos todos por el bien común, superando los errores del pasado. Nahikoa da.

Procedamos unidos, enérgica y apasionadamente, con actitud banderiza y beligerante, contra el matonismo vasco. Aparquemos pues, aunque sea por algún tiempo, nuestras desavenencias y diferencias doctrinarias y agrupemos fuerzas para lograr al último el tan ansiado objetivo común: acabar con la anacrónica violencia etarra, demoler esa insoportable fábrica de miedo. Presiento que sus operarios, sus ayatolás se van a quedar muy solos cuando todo esto termine y se sepa lo que hicieron (lo que pasó, como pasó y por qué pasó). Como históricamente ha sucedido siempre, al final, va a resultar que nadie estaba con los tiranos.

El combate contra los tiranos, contra los que les apoyan y contra la cómplice indiferencia de algunos vascos se está ganando. Persistamos en el amor al terruño pero ante todo al ser humano que lo habita. Seamos ardientes y desmedidos amantes de la vida y aguerridos defensores de la libertad. Ya se vislumbra el apacible puerto tras las procelosas mares. La singladura ha sido agotadora, aprovechemos las circunstancias favorables. Rumbo fijo y paciencia. Dotados de forma natural de nuestro característico insistencialismo vasco, este largo y arduo combate colectivo contra ETA, a favor de los valores éticos y de los principios democráticos, tiene un previsible cercano fin. Hago votos y lucho para que así sea. Or dago.