el magistral José María Pou dio anoche vida en las tablas del Teatro Principal al genial Orson Welles, ese artista pionero del performance que en 1938 fue capaz de sacar a las masas despavoridas por las calles de Nueva York con la dramatización radiofónica de La guerra de los mundos, que simulaba una invasión alienígena narrada en directo en un noticiario de emergencia de la CBS. El experimento no sólo resultó ser una prueba de fuego para la credibilidad de la entonces emergente radio como mass media, sino que además puso en evidencia la inseguridad y vulnerabilidad ante las amenazas externas en la que estaba sumido el mundo occidental durante el incierto período de entreguerras. Y en setenta años no debemos haber avanzado tanto -o quizás los periódicos, a pesar de todo, sigamos contando con un subestimado poder-, pues hace apenas unos días una falsa noticia publicada por el diario jordano Al Ghad que relataba la visita de seres extraterrestres volvió a provocar el pánico entre sus lectores, la evacuación del poblado supuestamente invadido por las naves espaciales y la movilización de las fuerzas de seguridad por parte del Gobierno de Amán. A los ilustrados vitorianos no nos hubiera pasado eso. Le habríamos dedicado a un marciano una estatua junto a Ken Follett -inaugurada por concejales de todos los grupos codeándose en la foto-, el fiscal del lugar se habría apresurado a intentar afamarse empapelándole por allanamiento y algún prohombre local no habría tardado en inquirirle: "Oiga, usted no es de Vitoria, ¿verdad?".