Esto de Internet y las redes sociales es la leche. Confieso que para mí el imperio de la @ es terreno hostil. Mantengo la misma desconfianza supersticiosa respecto a palabros como Facebook, tweets, postear, nick o perfil que mostraban los indios -pongamos que sioux, que son muy cinematográficos- cuando el invasor rostro pálido intentaba hacerles una fotografía. Pero el poder de la Red es bestial. Supongo que los que tenemos ya una edad, y sufrimos un momento de enajenación mental transitoria, descubrimos el siniestro agujero negro en el que puede convertirse esta tecnología con la peli homónima de Sandra Bullock. Pero ya no es que toda tu vida se resuma en x bits perfectamente controlables y manipulables por cualquiera con acceso a ellos y la suficiente habilidad, que también. Es que cualquiera amparado en el anonimato de un apodo puede decir lo que se le ponga en el rabo de la txapela. Y como el anonimato en general envalentona al ser humano, imagínense lo que puede dar de sí. Luego están las redes sociales, teóricamente pensadas para comunicarte con tus amigos por ejemplo, pero convertidas también en escaparate. Es lo que le ha pasado a un candidato laborista en Escocia, que decidió compartir con el mundo en Twitter su evolucionada reflexión sobre lo divino y lo humano, con perlas como que los jubilados son "prófugos del ataúd". El tipo ha concluido ya, obviamente, su recién iniciada carrera política. Es lo que tiene la soledad del teclado y la pantalla, alguno se cree que es intocable y pasa lo que pasa.