SERÁ cierto lo que dijo el lehendakari Patxi López durante una conferencia pronunciada en Madrid hace un par de meses, aquello de que "los vascos han asimilado el cambio tan rápido que no lo valoran", porque los datos de la encuesta elaborada por Gizaker para DNA reflejan sin paños calientes la apatía que ese cambio despierta entre la ciudadanía alavesa. No es que la sociedad no perciba que hay un nuevo partido en el timón del Gobierno, sino que el contenido de ese cambio, un año después, no termina de percibirse. El asunto podría ser más o menos trascendente si no fuera porque el gabinete López ha hecho del cambio su eje argumental, entre otras cosas, también para su pacto con el PP. Por ello, que sólo un exiguo 4,9% de los encuestados mencione la lucha antiterrorista como la principal novedad de la acción de gobierno -cuando ésta constituye uno de los vértices del discurso del Ejecutivo- únicamente cabe ser interpretado como que el supuesto vuelco no ha sido tal, al menos a ojos de la ciudadanía. En otras palabras, quizá ni el país se ha roto por que el PNV haya dejado de gobernar, ni el país vive ningún renacer histórico por que el PSE haya llegado al Gobierno. Esa misma apatía aplican los alaveses a la valoración del acuerdo entre socialistas y populares. La entente no despierta demasiadas simpatías entre los encuestados, y en el mejor de los casos se recibe con indiferencia, mientras que más de la mitad es reacia a extenderlo a la Diputación y ayuntamientos. Un cóctel de percepciones que explican en buena medida ese ajustado y en gran medida oculto escenario electoral que prevé el sondeo en Álava si las elecciones autonómicas se celebraran ahora. Si hace un año un escaño por este territorio decantó la mayoría a favor del bloque PSE-PP, ahora los alaveses invalidarían esa fórmula. Un ligero desgaste electoral por unas décimas, como apunta la encuesta de DNA, de ambos partidos en favor del PNV -que recuperaría el liderazgo pero también por escasas décimas- y de Aralar cambiaría el mapa vasco. La fotografía que dibuja el sondeo, en definitiva, es la de un concepto de cambio como reclamo electoral que, sin embargo, tiene que preñarse de contenido y éste tiene que ser percibido por la ciudadanía. Dos condiciones que, a día de hoy, parece que no se cumplen en Álava.
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