De todos es sabido el poder nutritivo de este producto como es la leche, y son tantas las formas en que nos la presentan, que quizás sea la causa de que usemos tan frecuentemente la expresión de ¡esto es la leche! Y hoy en día, vemos, leemos y oímos cosas tan raras, que no podemos por menos que expresarla hasta la saciedad. Cuando leemos, por ejemplo, que el hombre más rico del mundo, el señor Slim, mexicano de nacionalidad y al parecer amigo personal de nuestro ex presidente, Felipe González, ganó el pasado año un millón y medio de euros cada hora, no podemos por menos que decir: ¡esto es la leche! Sin embargo, resulta irónico que precisamente los ganaderos, productores de la leche, no utilizan esa expresión, a pesar de que cae su precio, debido a las importaciones de este producto, con lo cual se ven abocados a un negocio ruinoso, y cuyos responsables son ¡la leche! No hace mucho leíamos un artículo que trataba del dinero oculto de Roldán, y no pudimos evitar expresar ¡esto es la leche! Cuando oyes que baja el precio del barril del crudo y hemos de pagar casi el mismo precio de los carburantes, decimos ¡esto es la leche! Cuando te enteras lo que cuesta el precio del m2 de construcción de una vivienda, y luego su precio de mercado es diez veces mayor, no podemos por menos que decir ¡esto es la leche! Pero lo que sí ha sido verdaderamente la leche es haber leído que el dueño de un restaurante de Nueva York, cuyo nombre se indicaba y que por deferencia no citaré, ofrecía a sus clientes un queso fabricado con la leche de su esposa, la cual al parecer estaba muy bien dotada tanto de continente como de contenido.

No hay día que no tengamos para comentar noticias que son ¡la leche! Pero a las que más tememos son las que nos ponen de ¡mala leche! y que cada vez las recibimos con mayor frecuencia.