EL largo camino hacia la igualdad entre los hombres y las mujeres viene presentando unos obstáculos reales provenientes más de las situaciones de hecho que del reconocimiento de tales derechos en el mundo jurídico. Sin duda, la cobertura legal es imprescindible, sin ella sería imposible pensar en conseguir la igualdad real.
Cuando ya desde el mundo jurídico se da discriminación, se están poniendo grandes barreras a las aspiraciones de igualdad. Teniendo en cuenta que la igualdad legal no es suficiente para conseguir la auténtica igualdad de oportunidades habrá que modificar otros aspectos para estar en condiciones de ejercer los mismos derechos. Para desarrollar aptitudes se necesita que no haya discriminación social, económica, cultural y familiar.
En el ámbito de las instituciones de las comunidades europeas los esfuerzos en este sentido se dirigen a garantizar la igualdad entre hombres y mujeres en el terreno laboral, a promover la corrección de desigualdades de hecho, pero se vuelve a poner de manifiesto que sin una voluntad en las personas o grupos sociales esto se queda en una mera declaración de intenciones.
Necesariamente, las mujeres deben saber cuáles son los derechos y recursos que existen, para poder utilizarlos, pero junto a esto se requiere una evolución de las actitudes, concepciones, actuaciones, para la consecución de esa tan deseada igualdad real en el acceso a la educación, al empleo y cargos políticos, etcétera.
Si no existieran desigualdades, no sería necesaria la tan discutida discriminación positiva, cuyo único objetivo es la corrección de éstas y la consecución de la igualdad de oportunidades, hablar de estas igualdades en la educación es no estereotipar las materias ni los contenidos, dado que el acceso a la educación está ya asumido, todavía nos queda avanzar en la no utilización de libros con contenidos no deseables para este logro o en algo a veces inconsciente como es la manipulación de las mentes en cierto modo para la elección de unas materias u otras.
En el empleo, la eliminación de discriminación ocupacional y salarial son los ámbitos de actuación en los que las acciones positivas están incidiendo de modo mas claro, en la conciliación de la vida familiar y profesional. Las actividades domésticas son tareas de reproducción, ejecución, gestión, socialización, y atención afectiva que, además de no estar retribuidas, se caracterizan por no ser reconocidas como trabajo, de ahí que se le designe el quinto mundo.
El reconocimiento del trabajo doméstico, el papel económico, decisivo por otro lado para el funcionamiento del sistema económico, unido al valor ético, ligado al cuidado y protección de otras personas, léase hijos, mayores de la familia y enfermos. Una efectiva igualdad de oportunidades supondría frente a lo mencionado que todos los miembros de la familia compartan responsabilidades en la misma.
En el ámbito jurídico se va planteando a modo de sugerencia la necesidad de otra cultura jurídica, en la que las propias leyes, la preparación de los juristas y la ciencia jurídica reflejaran no sólo los puntos de vista y las necesidades masculinas sino también los femeninos.
Se podría decir que si desde las instituciones se da cobertura, desde el derecho se crea una base y desde los ámbitos personales vamos cambiando nuestra mentalidad, conseguiremos que el camino hacia la igualdad no sea tan difícil y se pueda lograr adelantar este proceso, tan favorecedor para hombres y mujeres.
Carmen Nieto García