Revitalizar el Casco Medieval es una difícil tarea que no sólo es responsabilidad del gobierno de la ciudad, sino que es un compromiso de todos los ciudadanos.

Mejorar la Almendra no sólo es conservar y recuperar modelos arquitectónicos. Es leer a través de la tierra y las piedras que la componen cómo éramos en siglos pasados. Es, en definitiva, recuperar nuestras raíces.

La mejora del Casco también tiene otra faceta social. A nadie se le escapa que este barrio se ha convertido en una residencia importante de familias con un nivel de poder adquisitivo y cultural muy por debajo de la media de la ciudad.

Esta zona también está señalada en el mapa como lugar en el que la vigilancia de los agentes de la Policía Local se lleva a cabo de forma más asidua que en el resto de la capital. Algo que no es lo más positivo para esa tan ansiada recuperación, ya que indica que existe una clara alerta social en cuanto a la seguridad ciudadana.

También las molestias que genera el ruido de la de la hostelería es uno de los principales problemas a resolver. Los vecinos reivindican una y otra vez el derecho al descanso y llevan luchado por que se hagan cumplir las normas establecidas demasiado tiempo frente a una administración lenta y a veces paralizada. Es compatible el negocio y el descanso, pero quien lo debe garantizar es la administración.

En cuanto al comercio parece que empieza a tomar forma. La política que está llevando a cabo Gonzalo Arroita, alma mater de un nuevo Casco Viejo, está en el buen camino, pero es justo nombrar también a una pieza clave y conocedor del barrio como es Javier Lobato, que con su trabajo silencioso está aportando la guinda que es necesaria en todas las tartas.