Recientemente, un ex corredor ciclista declaraba que en muchas ocasiones vio cómo un compañero de equipo con el que compartía habitación se dopaba. Y esta declaración la efectuó ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo. Según él, aquello era un sistema de dopaje generalizado.

Supongo que estas manifestaciones las ha efectuado por haber sido llamado a declarar sobre algún caso en concreto. Y él, ¿está limpio del todo? Esperemos que sí; si no, el asunto tiene tela, como diría el castizo.

Hace un tiempo, tras un programa radiofónico en el que abordamos el tema del dopaje en el deporte, y en el que afirmábamos que en ciertas disciplinas se dopaban como bellacos, alguien se llevaba las manos a la cabeza. Pues ya lo ven.

Es sorprendente ver cómo tantos miles o millones de aficionados observan la llamada serpiente multicolor de las carreras ciclistas como si tal cosa, sabiendo lo que se cuece con el dopaje; o las pruebas de atletismo, u otras.

De todos modos, si vivimos en un sistema en el que los intereses de todo tipo están por encima del bien común, el tema del dopaje no debería sorprendernos tanto. Y en cuanto al engaño deportivo, no sólo son las drogas y los malabares sanguíneos de los atletas los que hacen la trampa; ahí tenemos a la selección francesa, que va a acudir al Mundial de fútbol gracias a un gol conseguido con la mano y con el consentimiento de las autoridades deportivas.

¡Ah! ¿Recuerdan aquel otro gol de Maradona, el de la mano de Dios? ¿Verdad que recordando esto el tema del dopaje ya no parece tan grave? Viene a ser lo mismo, sólo que con las drogas es el deportista quien se deteriora.

¡Cuándo será el día en que, desde las bases, implantemos el deporte de participación y nos vayamos olvidando del de competición!