SI no entendí mal, la cosa fue algo así. Los bancos dieron hipotecas a todo el que podía pagarlas. Y luego las dieron a clientes de solvencia dudosa o dudosa del todo. Como aquellas hipotecas basura apestaban, los bancos estadounidenses las sacaron a los patios traseros de entidades financieras de todo el mundo y muchos fondos de inversión acabaron contaminados. Y el sistema financiero de medio mundo colapsó. Entonces rompimos la hucha común y pusimos pasta para que las entidades financieras no se fueran al carajo, incluso algunos gobiernos las intervinieron, lo que viene a ser el súmmum del marxismo-leninismo. Pero no había pasta y nadie gastaba y la producción se fue al carajo. O sea, trabajadores a la calle. Y como no hay dinero, las empresas que sobreviven no pueden seguir invirtiendo. Y más trabajadores a la calle. Y menos pasta y menos consumo. Pero he aquí que los bancos han ido cuadrando balances con el dinero de la hucha de todos y ya no sueltan un duro. Pero la hucha está vacía y además debemos al vecino. Toca ahorrar. ¿Quién? Sí, lo adivinó, los trabajadores, vía pensiones y aumento del IRPF o del IVA. No toquemos el Impuesto de Sociedades, que cuando las cosas van mal, van mal y cuando las cosas van bien, tienen que ir mejor. Que los bancos no rindan cuentas de los fondos que todos hemos pagado, ¡rojos! Y ya puestos, despido libre como dice Adolfo Domínguez, y gratuito, añado yo en esta orgía de traseros como la bandera de Japón. Y en todo esto hay un Gobierno que se dice socialista al que le aplaude el gurú de los banqueros, átatela al dedo.
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