si las elecciones generales se hubieran celebrado en enero, el PP aventajaría al PSOE en 3,8 puntos y eso a pesar de que ambos retroceden en intención de voto, según el último sondeo del CIS. Los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas son reveladores. En primer lugar porque tanto socialistas como populares son incapaces de concitar más apoyo de la ciudadanía que en octubre, cuando se hizo la última encuesta. Para el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero es preocupante, sin duda; para el partido de Mariano Rajoy debería ser un aldabonazo. Esta circunstancia se completa con otro dato no menor: Rodríguez Zapatero sigue siendo mejor valorado que Rajoy. En otras palabras, da la impresión de que en lugar de ganar el PP, esas hipotéticas elecciones de enero las estaría perdiendo el PSOE. La foto fija que arroja el CIS, no obstante, tiene ya toques sepia. Y aquí entra el segundo punto: el auténtico terremoto social que ha producido el anuncio de la propuesta del Gobierno para retrasar la edad de jubilación a los 67 años y su nefasta gestión de esta reforma, que ha provocado que ahora mismo nadie acabe de creerse que realmente no se está contemplando ampliar la base de cotización de las pensiones de 15 a 25 años, probablemente incrementaría esa brecha a favor del PP, que prácticamente iguala los 3,96 puntos por los que los socialistas aventajaron a los populares en las generales de 2008. Pero en ese escenario de política-ficción es importante volver al primer punto, el hecho nada desdeñable de que la ciudadanía no parece percibir un eventual cambio de gobierno como un triunfo de Rajoy, sino como una derrota de Rodríguez Zapatero. Y ahí entra en juego la boutade de María Dolores de Cospedal, buscando titulares con su amago de una moción de censura, una herramienta arriesgada, tanto que la teoría dice que sólo se presenta para ganarla, a riesgo de suicidio político. Las posibilidades a día de hoy de que el PP logre los 23 votos que le faltan en el Congreso para que Rajoy ocupe la presidencia, previa censura de Zapatero, se antoja remota. Quizá el PP debería preocuparse más en buscar los motivos de por qué su oposición no acaba de despegarse del PSOE cuando lo tiene en bandeja desde hace tiempo. Verlas venir no es una buena estrategia para ganar unas elecciones; generalmente ocurre que se acaba confiando en que el adversario las pierda. Y eso es un riesgo.