Nuestro país en los últimos años ha experimentado un incremento de personas venidas de diferentes países de forma exponencial. El crecimiento económico ha contribuido de una manera casi exclusiva a ese aumento de la población venida del exterior. Todo este fenómeno se ha traducido en un incremento de la riqueza muy importante y de lo cual tenemos que reconocer la contribución que han realizado todos y cada uno de los emigrantes.
La crisis económica que venimos soportando, desde hace ya mucho tiempo, está repercutiendo de forma importante en el colectivo emigrante. El desarraigo familiar es abundante porque muchas de estas personas dejaron a sus familias en el país de origen y por lo tanto el apoyo de los más cercanos se ve diezmado.
La situación es complicada para todos aquellos que han pasado a engrosar las filas del paro sin respaldo alguno, ni familiar ni de las administraciones. Muchas de estas personas están situados al borde de la marginalidad o en el peor de los casos han traspasado el umbral de la pobreza.
Existe también entre la población autóctona algunos brotes de xenofobia ya que una mínima parte de estas personas no han venido a nuestra tierra con el solo objetivo de trabajar. También dentro de sus planes está el acaparar recursos violentando la ley de la convivencia. Todos reconocemos que es una mínima parte de las personas extranjeras las que delinquen, pero desde asociaciones vinculadas a la emigración o incluso los sindicatos tratan de correr un tupido velo ignorando esta percepción de la ciudadanía cada vez más intensa.
Nuestra sociedad debe desarrollar una pedagogía con sentido común. Sin aplicar criterios ideológicos. Una y otra vez la izquierda en su camino de demonizar a otras ideologías inyecta dosis de odio a esta emigración fácil de manipular debido a la situación en la que se encuentra. Una actitud que perjudica a la propia emigración y la aísla aún más de lo que en principio está por sus costumbres.
Se debe hacer una seria reflexión y aislar todas aquellas consignas que tratan de victimar a la emigración. Todos somos víctimas de la crisis económica y no por ello somos responsables de que buena parte de la emigración tenga más dificultades para la superación. La crisis azota a todos.