Es muy curioso que se afirme, desde ese mundo del secesionismo, la exclusión y el radicalismo que el lendakari y socialista Patxi Lopez no es el líder de los vascos, cuando el PNV ha estado gobernando en minoría apoyado por los que legitimaban al mundo del terror.

Todos sabemos que es muy duro sentarse en los escaños de la oposición habiendo estado desde 1976 ocupando los sillones reservados a quien democráticamente ganaba el gobierno en el País Vasco. El PNV ha sido la formación política que a lo largo de este tiempo ha dirigido esta tierra y que las urnas, es decir los ciudadanos han decidido cambiar la gestión que hasta ahora se venía llevando a cabo por los nacionalistas.

La ciudadanía huye de radicalismos e imposiciones. Las personas apostamos por la convivencia basada en el respeto a las ideas de los demás. Sin acritud. El siglo XXI debe marcar un antes y un después en la forma de dirigir una tierra que ha estado y está golpeada por los enemigos de la democracia. Ha llegado el momento de tender la mano a una ideología, la nacionalista, para que salga del túnel del tiempo en el que está atrapada porque es pieza importante en el puzzle de la gobernabilidad. Estar en la oposición como en estos momentos está el PNV puede ser beneficioso para el nacionalismo e incluso para el propio sistema. Desempeñar el papel de oposición conlleva plantear iniciativas que los ciudadanos podemos valorar de tal manera que las reconozcamos en las urnas devolviendoles al lugar que ocuparon. A la bancada de gobierno.