QUE en el acuerdo al que llegaron el PSE y el PP para gobernar en Euskadi existían ciertas obligaciones contractuales es algo que ya nadie, ni siquiera los implicados, ponen en duda. Desde el supuesto acuerdo para desbancar en Álava al PNV, que ha servido durante las últimas semanas para resucitar una inútil refriega entre los líderes de ambos partidos en el territorio, hasta el hecho mismo de no permitir intervención externa, salvo siete pequeñas concesiones a UPyD, en los Presupuestos vascos para 2010, se han sucedido diversos capítulos, algunos más desafortunados que otros, con el único objetivo de mostrar que un supuesto cambio había llegado a Euskadi: entre otros, la guerra veraniega de las fotografías de etarras, la batalla de los símbolos, ya fuera en el escudo del Gobierno Vasco o en los coches de la Ertzaintza, y la posibilidad de que Euskal Telebista retransmitiera el mensaje navideño del Rey de España, una certeza ya desde ayer. El director general de la radiotelevisión pública vasca, Alberto Surio, compareció ayer en la sesión de control del Parlamento, donde intentó justificar la decisión apelando a que la televisión pública "está para todos los ciudadanos y no solamente para quienes piensan en clave nacionalista", para añadir después, un tanto torticeramente, que "tanto empeño en que se hable de este tema y tanto revuelo y escándalo que algunos quieren sacar, denota que cierto interés informativo sí debe tener", aludiendo al evidente enfado de todos los representantes políticos abertzales. Lo cierto es que el próximo jueves, por primera vez en Euskadi, ETB2 ofrecerá el mensaje de Juan Carlos I, el mismo que podrá sintonizarse en TVE, el mismo que con tanto ahínco, año tras año, ha exigido el PP en el Parlamento. Ya lo tiene. Se lo ha servido en bandeja el PSE, a pesar de que la mayoría de la población vasca, la misma que desconfía de este Gobierno y no aprueba el pacto entre socialistas y populares vascos, según los datos del reciente Euskobarómetro, nunca ha mostrado especial interés en sentarse frente al televisor a oír el discurso del Rey. La supuesta "normalidad" se torna anormalidad cuando cuestiones como ésta, de poca trascendencia real pero de una carga simbólica evidente, se convierten en el centro del debate político en Euskadi.