ESTÁ de moda, qué le vamos a hacer. Hombre, que a mí Berlusconi también me ha incitado a la violencia en un centenar de ocasiones -que yo recuerde sin poner mucho empeño-, aunque él esté todavía alucinado pensando cómo es posible que no caiga bien a alguien, oh Dios mío, Silvio se cae del guindo. ¿O no? No es plan, lo de lanzar reproducciones de la catedral de Milán en plan misil tierra-aire digo. Que el tipo tenga algo más que pintas de mafioso, que sus comentarios sobre la mujer superaran hace tiempo el calificativo de ofensivos, que su política de inmigración no roce ni de lejos nada que se parezca a la humanidad, que sea una especie de cacique con moreno de solarium perpetuo y piel de tambor por cara con especial habilidad para insultar a representantes públicos de otros países -alabó el bronceado de Obama y consideró demasiado rosa el Gobierno de Zapatero, por poner-, que su vida privada tenga aspectos bastantes escabrosos... Nada de eso justifica tocarle ni uno de los pocos pelos que le quedan. Por una simple razón: sería tanto como ser igual que él. Pero está de moda, lo de las hostias como panes. Si no al tanto con la que se ha montado con la agresión/pelea tabernera a Hermann Tersch y la supuesta implicación -cogida por los pelos, pero allí estaba la inefable Esperanza Aguirre para hacerlo- del Gran Wyoming. ¡Si hasta han atacado la casa de Olentzero en Mungia! Como alguien comentaba horas después, no se descarta que los autores fueran gente próxima a los Reyes Magos.