HOY, 18 de diciembre, se celebra el Día Internacional de las Personas Migrantes, instituido por Naciones Unidas en el año 2000. Esta misma organización, precisamente, nos ha recordado hace unas semanas la importancia y el potencial que tiene la movilidad humana -las migraciones- para propiciar el desarrollo y bienestar, tanto de la persona que migra como para las sociedades de origen y de acogida.
En Euskadi tenemos experiencia al respecto. Fuimos acogidos generosamente en otros lugares del mundo cuando la escasez y la falta de perspectivas arreciaban en nuestra tierra, y no habríamos conocido la prosperidad sin la contribución de trabajadores y trabajadoras venidas de otras partes de España. Personas que, desde hace mucho, forman parte de esta comunidad política.
Hoy, la situación presenta similitudes y diferencias. Sin lugar a dudas, y así lo confirman los datos, las personas migrantes de otros países del mundo siguen contribuyendo a generar riqueza, económica y social. En los últimos años, muchas limitaciones estructurales del mercado de trabajo, en términos de puestos de trabajo no cubiertos, han sido corregidas por la presencia de inmigrantes.
De otro lado, la tendencia demográfica de nuestra sociedad nos sitúa ante un panorama de envejecimiento y serias dificultades para la reproducción social. En este contexto, la inmigración supone una inyección de juventud en las cohortes más escasas de nuestra pirámide poblacional. Con su presencia, las personas inmigrantes contribuyen a hacer barrio, comercio, escuela, centro de trabajo, etc. A hacer país, en definitiva.
Sin embargo, los inmigrantes de hoy afrontan dificultades añadidas. Una, no menor, tiene que ver con el régimen legal y administrativo especial de extranjería. Sin lugar a dudas, los estados tienen la responsabilidad y el deber de regular los flujos migratorios. Sabemos que la inmigración irregular genera dramas y da pábulo a la explotación, pero las lógicas de los estados tienen tal peso que la equiparación entre persona nacional y ciudadana ralentiza la plena incorporación de los migrantes extranjeros a la comunidad política. Esta circunstancia viene a subrayar la importancia y necesidad de las políticas de integración.
A esto también hay que añadir que, como el resto de sociedades de nuestro entorno, la nuestra no está exenta de una cierta dosis de prejuicios y desconfianzas hacia las personas inmigrantes. Así lo señala el último barómetro del Observatorio Vasco de la Inmigración, donde también se reconoce que la crisis no ha conllevado un deterioro significativo de las opiniones y actitudes hacia la inmigración.
Estos y otros factores hacen de las personas inmigrantes un grupo particularmente vulnerable. La crisis que atravesamos lo ha puesto de manifiesto, y su impacto diferencial es claramente perceptible. Así, en Euskadi y durante el último mes, el aumento del paro entre ellos ha sido del 6%, un porcentaje superior al correspondiente a los no extranjeros, con un incremento del 1%.
A pesar del momento que vivimos es necesario tener la mirada puesta en el medio y largo plazo. Las personas inmigrantes han venido a Euskadi para quedarse, para vivir, trabajar y formar parte de esta sociedad.
Las proyecciones demográficas y de necesidades del mercado de trabajo apuntan a que seguirán recalando porque seguirán siendo necesarias, pero el fomento de la convivencia y de una sociedad cohesionada en la diversidad pide ir más allá del modelo de "trabajadores invitados".
La inmigración nos da la oportunidad para crecer y mejorar, pues la presencia y mirada fresca de los recién llegados revelan aspectos de nuestra organización social que precisan repensarse. De ahí que las instituciones y la sociedad en su conjunto deban hacer un esfuerzo de acomodo para que las personas inmigrantes tomen parte plena en la construcción de un "nosotros" cada vez más amplio e inclusivo, basado en los valores compartidos de ciudadanía y en la igualdad de derechos. Porque como señala con belleza y atino Amin Maalouf, "en este siglo ya no hay forasteros, solo hay compañeros de viaje". Feliz día, compañeros y compañeras.