NO cabe rasgarse las vestiduras ante la sentencia dada sobre el crucifijo en uno de los tribunales de Estrasburgo. Quienes rechazaron la referencia explícita de la expresión Humanismo Cristiano en el borrador del proyecto de Constitución Europea, aprovecharon toda ocasión para que cualquier referencia a Jesús de Nazaret incluso colgado del patíbulo de la cruz y muerto, sea borrada. Anda que si el símbolo elegido hubiera sido el de la resurrección, no te digo lo que hubieran argüido. A Cristo no lo quieren ver ni en pintura, ni vivo ni muerto. Contienda es y recia la que se está dando. Viene de lejos y durará en el empeño sin importarles las consecuencias. (...)

Hoy le toca a la Cruz. No es de extrañar que la despojen de su presencia pública quienes han abandonado la fe cristiana. Se les llena la boca con lo de Estado aconfesional y parecen exigirnos que si habló Blas, punto redondo, chitón, y ya se sabe, al buen callar llaman Sancho.

Pues no. Hay que hablar y decir las cosas por su nombre. Si el Estado es aconfesional debemos entender lo que al pie de la letra se enuncia. Eso no implica que la sociedad sea aconfesional. La sociedad española sigue confesándose mayoritariamente católica. Algo tendría que suponer en una organización democrática y en su representación política. Por desgracia en las cuestiones religiosas y educativas la voz del Estado está por encima del derecho de cada persona y del derecho de la sociedad. En España y en Europa, en general, la presencia pública de la Cruz caló tanto a lo largo de los siglos que su presencia o desaparición no puede reducirse a cuestión de mayorías o minorías oscilantes como las modas y los tiempos o a voluntad política de los Estados. No hay encrucijada que no levante una cruz por los viejos caminos de Europa ni que señale la iglesia del lugar o sus calvarios.

No provienen las guerras de las contiendas religiosas. Recuérdense las guerras desde la paz de Wesfalia y verán cómo las ambiciones de los Estados y la ampliación de las soberanías, a pesar de la proclamación de los bienintencionados equilibrios entre las naciones, sirvieron de poco. Que se lo pregunten a Polonia. ¿Y las terribles guerras europeas del XIX? Ni Napoleón, Ni Bismark, ni las guerras de expansión colonial fueron religiosas. En todo caso la religión amparó el anhelo de libertad en sus heroicas resistencias contra los tiranos, como en nuestra guerra de la Independencia de 1808. ¿Las guerras coloniales del siglo XX, son religiosas? ¿La primera y segunda guerra mundial lo son también? ¿Me quieren decir qué recuerda a jueces y magistrados el reo pendiendo en una cruz, condenado por el proceso más injusto de la tierra? ¿Qué trae a la memoria de un encarcelado un crucifijo? ¿No recuerda a los gobernantes el dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios? Cuando cuelga en las habitaciones de un hospital ¿no está diciendo a los que sufren que el dolor y el sufrimiento no es inútil y el "venid a mí que yo os aliviaré"? ¿Qué valor humano conculca el crucifijo que pende en las paredes de las aulas? ¿Acaso persuade a un ateo a recuperar la fe en Dios ver a Dios en un hombre fracasado hasta la muerte en cruz?

(...) ¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? O ¿qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa.