NOS encontramos hoy en día ante un problema central que no podemos soslayar: el calentamiento climático de la superficie del globo, que en los próximos años lo va a cambiar todo. Es indispensable la movilización de los pueblos del planeta para exigir:

1) Que las medidas tomadas a todos los niveles, desde el mundial al local, estén realmente a la altura de la situación, sean idóneas y encaminadas a estabilizar con urgencia el clima en la medida en que pueda hacerse. En pocas palabras, que no se sacrifique el futuro de la humanidad a medio plazo por la inmediatez de los intereses financieros de una minoría.

2) Que estas medidas sean justas, es decir, que la lucha indispensable e inevitable contra el cambio climático no sea la ocasión de refundar un orden mundial aún más injusto y bárbaro que el que actualmente condena a la pobreza y a la miseria a la mayoría de la humanidad, y que mercadea cada vez con mayor ventaja con el planeta (el agua, las tierras, la energía, el genoma, los bosques, la atmósfera?) y con nuestras sociedades (vínculos sociales, cultura, educación, salud, soberanía alimentaria, conocimiento?). Copenhague es uno de los primeros escenarios de importancia para esta problemática.

Todo va a cambiar en los años venideros. Aun cuando mayoritariamente la opinión pública esté muy lejos de haber tomado conciencia de los cambios radicales que se van a producir en los próximos decenios, nosotros debemos desde ahora adaptar nuestras estrategias de lucha y de construcción del País Vasco del futuro al siguiente dato fundamental: el objetivo fijado por los científicos del GIEC para evitar los umbrales de peligrosidad, de aceleración y de irreversibilidad del cambio climático es para los países industrializados, y en el horizonte del 2050, de una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero del 80% al 95% en relación al nivel de 1990.

Eso implica nada menos que abandonar casi completamente en dos generaciones los combustibles fósiles (petróleo, carbón, gas), que hoy en día representan el 80% de la producción de energía en todo el mundo. Supongamos que nosotros lo hacemos y limitamos los daños. O que nosotros no lo hacemos y seremos víctimas de un aceleramiento climático al mismo tiempo que, al ritmo actual de nuestro consumo, las generaciones venideras deberán pese a todo pasar de las energías fósiles debido a su desaparición programada dentro de unos decenios.

La realidad se impone en nuestras sociedades y sólo los intereses financieros -a corto plazo- de una minoría privilegiada y poderosa retarda la puesta en marcha de las soluciones adecuadas.

En todo caso, el futuro está en otro tipo de sistema económico y de organización de las empresas: relocalización de las economías y de la política, moderación energética y respeto del medio ambiente, agricultura campesina y soberanía alimentaria, biodiversidad, redistribución de la riqueza para poder reducir la tarta global y mejorar al mismo tiempo las condiciones de vida de los más necesitados de entre nosotros, reducción masiva del tiempo de trabajo que haga posible el pleno empleo pese a la reconversión o al cierre de las industrias contaminantes y/o inútiles.

Nosotros tenemos que ir hacia sociedades más igualitarias y menos individualistas, primar lo colectivo y comunitario sobre lo particular y el consumo material (más vínculos y menos bienes, más transportes en común y muchos menos coches individuales, más cultura y menos aparatos desechables y telelavado de cerebro publicitario?).

Las políticas del pasado que van en la dirección contraria (productivismo, desigualdades sociales, debilitamiento de los servicios públicos y de la regulación democrática del mercado, centralización de los sistemas energéticos, consumismo, incremento de la jornada y del ritmo del trabajo, mundialización neoliberal, deslocalización cada vez más avanzada de la economía, falta de solidaridad con las regiones más pobres del mundo), conllevan catástrofes ecológicas y sociales, miseria, barbaries y guerra.

Hoy en día por todo el mundo la gente se alza, los pueblos se están movilizando ante la perspectiva de la Cumbre de Copenhague y lo que en ella está en juego. Movimientos altermundialistas, ecologistas, sindicalistas, pueblos indígenas, organizaciones de mujeres o movimientos de agricultores, ONG que trabajan en temas de migrantes y refugiados, la deuda del tercer mundo, las libertades y los derechos humanos, etc. Son cientos de miles los militantes de todo el mundo que se preparan para movilizarse en torno a cuestiones de emergencia climática y de justicia social. Copenhague es sólo el comienzo de una batalla larga y crucial para el futuro del planeta y nuestras sociedades.

Es ahora cuando todo esto está en juego. Veinte militantes de Bizi! hemos ido esta semana a Copenhague para que el País Vasco participe también en las acciones de presión y propuesta que se llevarán a cabo ante los gobernantes reunidos en esta cumbre mundial sobre el calentamiento climático. Vamos a participar en las movilizaciones de la coalición internacional Climate Justice Now, una alianza mundial de 160 organizaciones (Amigos de la Tierra, Vía Campesina, Focus on Global South, Third World Network, Jubilee South, etc.), que considera que es imposible separar las cuestiones del clima de las cuestiones sociales y que debemos cambiar nuestro modelo de desarrollo.

La movilización internacional en Copenhague debe ser la más fuerte y la de mayor éxito posible para que durante estos días pueda emerger una fuerza verdaderamente global capaz de influir en los dirigentes y el sistema. Cada uno debe sentir que en su país, su ciudad o su pueblo, unido con los otros, es lo suficientemente fuerte como para cambiar el curso de las cosas y desear entrar en ese combate.

Es ahora cuando todo esto está en juego. Nosotros, todos y todas, podemos participar.