alex Salmond preside el gobierno de Escocia, y lo hace en minoría. Desde esa posición minoritaria quiere hacer algo que es simple y complicado a la vez: preguntar a los escoceses cómo se quieren en el futuro. Preguntarlo en referéndum.
Antes de presentar las preguntas que quiere hacer, explicó por qué las quiere hacer. Adujo varios motivos, pero hay uno que es clave: "Creemos firmemente", aseguró Salmond, "que sólo la independencia le da a Escocia la libertad para conseguir todo su potencial como miembro en igualdad de la comunidad internacional, con los mismos derechos y las mismas responsabilidades que otros países tienen por garantizados". Lo que busca el presidente de Escocia es un asiento en la Unión Europea y en los foros internacionales donde se debaten las cuestiones más importantes, como "el cambio climático, que será debatido en Copenhague sin representación directa del gobierno de Escocia, a pesar" se lamenta Salmond, de que Escocia "ha aprobado la legislación sobre el cambio climático más ambiciosa del planeta". Y dio una razón que, por desgracia, sigue siendo de la mayor actualidad, más aún cuando el escocés Tony Blair acaba de asegurar que volvería a hacer todo lo que hizo para quitar a Sadam Husein del poder. El presidente de Escocia, Alex Salmond, lo ve muy claro: "La independencia evitará, asimismo, que Escocia vuelva jamás a ser arrastrada a una guerra ilegal como la de Irak".
Así que se puede decir que el SNP, Partido Nacional Escocés, tiene claro cuáles son sus objetivos. También tiene claro cuál es la sociedad que gobierna, cómo está compuesta y cuáles son sus retos y preocupaciones. Así que en un ejercicio que reúne pragmatismo y búsqueda de avances en el camino de la independencia, el gobierno de Escocia va a proponer al parlamento de su país no su apuesta preferencial (un referéndum con una única pregunta que versaría sobre la independencia), sino una propuesta que busca el apoyo del Parlamento: un referéndum con múltiples opciones, porque "el gobierno de Escocia asume que un referéndum con múltiples opciones tiene más posibilidades de concitar el apoyo del resto de partidos representados en el Parlamento de Escocia, si éstos son consecuentes con las posturas que en esta cuestión han mantenido hasta ahora". Es decir, les toca a los unionistas decidir si quieren o no que el pueblo de Escocia decida su futuro en un referéndum. Y lo harán en el Parlamento de Escocia, no en ningún otro parlamento, ya que es en ese órgano donde el gobierno va a promover, a principios del año que viene, 2010, la aprobación de su proyecto para convocar un referéndum de autodeterminación. Un gobierno independentista en minoría que no necesita el permiso de ningún parlamento radicado fuera de su ámbito de gobierno, sino sólo el de su propio parlamento. Nadie espera que, si la mayoría parlamentaria escocesa da el visto bueno al proyecto de referéndum, en Londres se opongan a que se convoque. No sería de recibo en democracia.
Allí, como aquí, y como en cualquier otro lugar del mundo, preguntar a los ciudadanos sin cortapisa de ningún tipo es profundizar en la forma de entender la democracia. Por eso plantea el gobierno de Escocia que el debate tiene que darse primero en el parlamento, pero que no puede constreñirse a las paredes de la cámara legislativa, que tiene que ser toda la sociedad la que decida su futuro. Por eso quienes se oponen a que la ciudadanía, libremente, decida la forma en que quiere articular su país, se está oponiendo a una profundización de la democracia que es muy necesaria.
Desde el punto de vista abertzale, hay un par de lecciones que desde Aralar pensamos que deberíamos todos tener en cuenta. La primera de ellas es la función de las instituciones autónomas en el camino de la soberanía: se deben discutir y plantear los ritmos, pero no los objetivos. Las instituciones autónomas se deben encaminar no sólo hacia una buena práctica diaria que mejore la calidad de vida de todos los ciudadanos, sino que tienen también que tener el objetivo de llegar a la soberanía. Otra de las lecciones que deberíamos aprender del ejemplo escocés es que sólo la suma de las voluntades de los ciudadanos nos puede llevar a la consecución del derecho de autodeterminación. Ni las vanguardias, ni las negociaciones con el estado nos van a servir para avanzar. Tampoco, por supuesto, la conculcación de los derechos de las personas. Euskal Herria debe mirar al futuro siguiendo muy de cerca experiencias como la escocesa e intentando adaptarla a nuestra realidad, precisamente porque el objetivo que los independentistas de ambos países perseguimos es conformar un estado independiente dentro de Europa. En ese objetivo, nosotros coincidimos con el gobierno de Escocia: "Independencia significa que el Parlamento de Escocia tiene todo el control sobre los asuntos de Escocia y el derecho a decidir cuando comparte el poder con otros" .Y lo que vale para Escocia vale también para cualquier país del mundo. Incluido el nuestro, Euskal Herria.