EN la habitación de mi hija, entre los varios muñecos y colgadas de un hilo con diminutas pinzas, hay cuatro fotografías. En una está ella con su madre y conmigo, en otra con sus amigas de la ikas y en las otras dos abrazada con una niña morena, de pelo ensortijado, a la que la vida y la alegría se le salen por los ojos y por el diente que le falta en la sonrisa. Esa niña que tan importante espacio ocupa en el tendedero donde Maddi ha puesto al sol que entra por la ventana sus cariños, es Minatu, una niña saharaui que desde hace dos años comparte con ella y con nosotros una parte del verano, de nuestras vacaciones, y por supuesto de nuestro cariño.
Minatu. Cuando la conocimos oímos ese nombre por primera vez. La segunda vez que lo oímos fue hace veinte días, cuando mi hija vino corriendo a decirnos que en la telebista salía una Minatu. No era la nuestra evidentemente, sino Aminatu Haidar, la mujer saharaui que desde el 15 de noviembre pasado está en el aeropuerto de Lanzarote ayunando de comida pero sobre todo ayunando de una justicia y una solidaridad que el Gobierno español es incapaz de darle; un Gobierno español que también en lo que respecta al problema saharaui opta por seguir los pasos de sus predecesores, franquistas incluidos, prefiriendo los negocios y la amistad con el Gobierno marroquí a apoyar con hechos lo que de palabra dice defender, esto es, el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui.
Aminatu. Que con toda la razón y la fuerza de su conciencia saharaui no acepta ni el pasaporte marroquí ni la nacionalidad española que le ofrecen, simplemente porque no es ni marroquí ni española. Aminatu. Escupitajo de dignidad en la cara de todos los que les han traído a ella y a su pueblo, a esta situación, valiéndose de promesas de descolonización, de ONU y Plan Baker, de acuerdos y referéndums democráticos que nunca se concretan.
Minatu. Aminatu. Dos mujeres saharauis. La niña, la nuestra, es el futuro de su pueblo, un futuro que ya viene, que ya es. La adulta, la que está en el aeropuerto perdiendo en peso y salud y ganando en referencialidad para la razón y la libertad del Sahara, es la que hoy a través de su hambre está abriendo camino a ese futuro. Y ambas son la viva interpelación, la viva denuncia, de lo que les corresponde y les es negado tanto a través de la guerra como a través de la paz. Desde un cinismo tan hipócrita como miserable a derecha e izquierda, capaz de apoyar con dinero y palabras al viento las vacaciones solidarias de Minatu del próximo verano mientras presiona a Aminatu para que acepte una nacionalidad que no es la suya, para que acepte una situación que de seguir como hasta ahora hará que Minatu tenga que hacerse adulta viviendo en un campamento de refugiados, dependiente de la solidaridad internacional y siempre a expensas de las decisiones de un gobierno que no es el suyo y que no la tiene realmente en cuenta ni a ella ni a sus derechos de ciudadana saharaui privada de los mismos por la fuerza...
Hoy, después de escribir esto mi hija y yo hemos imprimido una foto de Aminatu, con sus gafas, su sonrisa y su decisión de ser lo que es y no lo que quieren que sea y la hemos colocado junto a las fotos de Minatu a la luz del sol del mediodía. Con el deseo de que sus rayos les transmitan a las dos nuestro calor y afecto. Con la esperanza de que sus rayos alumbren la mente y calienten el corazón y la mano de quien luche por dar libertad a su pueblo.
Marcelo Alvarez