karmele, tienes que ayudarme, tienes que hacer algo. La voz de mi amiga, trágica, me preocupó en un primer momento. Karmele, tú escribes una columna en el periódico y si lo denuncias, será un paso para parar esto. Me reí. Le respondí que estaba magnificando la posible influencia de un artículo de opinión, que unas líneas no pueden parar nada, no tienen por qué provocar nada. Cómo que no, me respondió, mira si no la que han montado los periódicos catalanes como un editorial? Me dijo que teníamos que frenar la invasión como fuera, que aquellos hombres empezarían a entrar en nuestras ciudades y pueblos y ya sería demasiado tarde. Karmele, por favor, pon algo en el periódico, tienes que ayudarme a prevenir a la gente de la que nos viene encima, hacerles ver que es un peligro dejarles entrar.
De acuerdo, le dije. Escribiría algo, pero ya le advertí de que no serviría de nada. Además, le dije que su postura estaba siendo un tanto histérica y radical, que no se pueden poner puertas al campo, que no podemos impedir a nadie la entrada en nuestro país, en nuestra ciudad, venga de donde venga y sea como sea. Pero bueno, a pesar de eso, es una buena amiga a la que quiero, así que aquí va el intento.
A mi amiga nunca le han gustado las Navidades, ni las luces en la calle, ni los adornos navideños, ni los villancicos? Pero desde que hay gente a la que le da por colgar en sus balcones esos pequeños Papá Noel que van ascendiendo poco a poco por una escalera, mi amiga no puede más. Dice que tiene incluso pesadillas por la noche. Que se imagina miles de pequeños hombres gordos vestidos de rojo entrando por su balcón y lo pasa fatal.
Pues eso, que si están pensando en colgar un Papá Noel en su ventana, les ruego que pongan, si no hay más remedio, un arbolito, unas luces, un zorionak? Pero, por favor, el señor de las barbas y el traje rojo no, que a mi amiga le va a dar algo. Es una cuestión de salud mental.