dESDE aquel fatídico 3 de diciembre de 2008, día que ETA había reservado para asesinar a tiros al empresario azpeitiarra Inaxio Uria, sus familiares y amigos vienen concentrándose cada mes ante el lugar en el que fue abatido a balazos. Aquel asesinato, en parte por el hartazgo y en parte por la personalidad de la víctima -más un creador de empleo que un voraz empresario capitalista-, conmocionó de manera especial a la sociedad vasca que salió una vez más a la calle a exigir a ETA que desaparezca, que desista, que deje en paz a este pueblo. Pero, una vez más también, ETA ha ignorado ese clamor del pueblo al que dice servir y mantiene abiertos todos sus frentes. Después de asesinar a Uria, colocó cien kilos de explosivos junto a la comisaría de la Ertzantza en Ondarroa, un vigilante jurado se libró de milagro en la explosión de una bomba en el juzgado de Tolosa, fue desactivada una bomba lapa colocada en el coche de un policía en Bilbao, provocó el pánico en Laredo y Noja a golpe de más bombas, pretendió un destrozo en las obras de la A-8 con cinco kilos de amonal, reventó 60 kilos de explosivo contra la sede del Club Marítimo del Abra en Getxo, asesinó con coche bomba en Legutiano a un guardia civil y a otros dos agentes del mismo Cuerpo en Mallorca con bomba lapa... Para mayor consternación, entre la ciudadanía persiste la convicción de que la voluntad de ETA es golpear duro y que si sus atentados se espacian no es porque no quiera hacer daño, sino porque no puede. En el primer dolor provocado por la tragedia, los familiares de la víctima suelen expresar su deseo de que esa sangre sea la última derramada. Pero, desgraciadamente, ETA se encarga de que ese deseo no pase de las buenas intenciones y sigue sin atender el clamor de la inmensa mayoría de los vascos. Peor aún, sigue sin atender al clamor de la mayoría del sector social encuadrado en la izquierda abertzale que corresponde a Batasuna. El empecinamiento de ETA en autoproclamarse vanguardia y garante de las aspiraciones políticas de Euskal Herria está poniendo en grave riesgo el paso que desde esa izquierda abertzale se está intentando hacia la confluencia de voluntades por la soberanía vasca, pero en ausencia de violencia y por procedimientos exclusivamente democráticos.