¿Crisis, qué crisis?
ÉSTEera hasta hace nada el grito publicitario de un cochazo. Pero tambiénlo utilizó en alguna ocasión el presidente del Gobierno que metió alpaís en una guerra injusta, la de Irak, en la que todos susparticipantes se apoyaron en patrañas con intención expresa y meditadade engañar a la opinión pública. Un presidente, Aznar, que era uncampeón en el deporte de elite de mentir por sistema a la ciudadanía, yque se ha popularizado mucho.
Crisis, en efecto, ¿quécrisis? No había o no era para tanto, cuando una semana después loshechos se habían convertido en una catástrofe de proporcionesdesconocidas, insondables, que ha generado una población sonámbula,desconcertada. Al principio se oyeron voces de ayudas a losparticulares, y hasta de moratorias en el pago de las hipotecas, porejemplo. De aquellas ayudas a particulares no se ha vuelto a oírhablar, las hipotecas se ejecutan una detrás de otra como si tal cosa,las labores sociales de algunas cajas de ahorro son filfa pura, y susmaneras hacen pensar en las del crimen organizado, y los discursos sediluyen en una danza de millones y de artilugios financieros ybancarios que para el común se resume en que no hay dinero, escasea elverdadero trabajo y los casos de gente que está en paro y va a dejar decobrarlo son cada vez más abundantes, y de una manera u otra nos tocana todos de cerca.
No es raro ver conducir coches millonarios alos protagonistas y artífices de la crisis, como si las quiebrasencubiertas, y si no del todo fraudulentas sí imprudentes, los EREs,los impagos, no fueran con ella. Y es que no van con ella. Han ganadotodo lo que han querido y han puesto su dinero a buen recaudo. Hablarde las verdaderas víctimas de esta crisis es de mal gusto y causaalarma social. Es preferible hablar, en tono burlesco, de si a losárabes de Dubai les falta dinero para sostener su país de las mil y unanoches. Y pensar con derrotismo que cómo estarán las cosas si los amosdel petróleo necesitan renegociar los préstamos o los productos deingeniería financiera para mantener sus delirios de grandeza.
Eloficio de profeta de los malos tiempos cunde, es fácil, basta repicarlos desastres, sentirse en ellos solidario en falso. Sólo que lasprofecías suelen estar en boca de quienes no tienen nada que temer nimucho que perder, no desde luego su trabajo de supervivencia. El que notiene trabajo o no llega al pago de lo que debe, y teme por su futuroinmediato, no está para profecías. Lo suyo son las certezas, elsilencio y el olvido. Hay miedo, común, pero los gurús, pagados adoblón, sólo hablan del estado depresivo de los líderes, esto es, delos financieros y similares. Me gustaría saber qué opinan de esteestado de cosas los médicos que atienden casos de depresión a la gentecomún, y cuántas de éstas tienen su origen en la situación personal,privada y silenciada, manipulada de manera política, que ha generado lacrisis. Esto importa mucho más que los abstrusos discursos de laspáginas de economía.
Ya es hora de que se cuente por lo menudolo que hay detrás de los pequeños comercios que cierran, de laspequeñas empresas a las que los impagos de las grandes hunden, de loconstruido en balde, del coste social concreto de esta crisis. Conalarma social a ser posible. Para mí es un misterio el motivo por elque las víctimas de los negocios ajenos no se han echado a la calle.