lA próxima conferencia sobre el clima que se celebrará el mes que viene en Copenhague y que tiene como objetivo sustituir el Protocolo de Kioto de 1997 plantea la conclusión de un acuerdo jurídicamente vinculante sobre el clima, válido en todo el mundo, que se aplica a partir de 2012.

A días vista se nos ofrece ya como un fracaso anunciado. Los líderes de las naciones más contaminantes del planeta, como son EEUU y China, más algunos países emergentes del mundo, recientemente así lo han comunicado en Singapur al Gobierno de Dinamarca, organizador de la cumbre.

Los argumentos esgrimidos para renunciar al acuerdo vinculante sobre la reducción de emisiones de carbono radican en que las diferencias son insalvables por ahora. Estas diferencias tienen que ver con quién pagará la factura que la puesta en práctica del acuerdo lleva consigo o, lo que es lo mismo, quién dejará de percibir los enormes ingresos del comercio mundial.

En EEUU, las ricas industrias del petróleo, del gas y del carbón están gastando un dineral en su intento por hacer descarrilar o debilitar cualquier posible resultado en Copenhague. Sus intenciones son presionar al Congreso estadounidense, del que por otra parte es conocida su incapacidad de aprobar una legislación energética compatible con los propósitos de Copenhague. Aunque Barack Obama aseguró en su visita reciente a Shanghai que tanto su país como China deben dar "pasos decisivos" contra el calentamiento global, no se han puesto de acuerdo estos dos países en sus respectivas reducciones de CO2.

Además de China, tampoco India y Brasil, Indonesia, Sudáfrica, México... quieren renunciar al desarrollo que Occidente adoptó en su momento, sin las contraprestaciones económicas que les satisfagan. Llegados a este punto, solamente Europa aparece con una cierta voluntad de liderar el cambio para limitar o reducirlas emisiones de CO2.

La dramática lucha contra el cambio climático requiere acciones globales, profundas, firmes y generalizadas en las que tienen que intervenir todos los países. Nadie puede quedar fuera del compromiso por reducir los peligros que se nos anuncian si seguimos contaminando como hasta ahora. Pero a esto, además, debe añadirse el cambio en nuestra forma de vida, sobre todo en Occidente, y también del paradigma social dominante, donde el "crecimiento y desarrollo" ininterrumpido que nos ha llevado a esta situación sea sustituido por el "decrecimiento y la sostenibilidad".

En nuestra comunidad, los partidos que nos representan en el Parlamento o no leen o no quieren enterarse... En cualquier caso, es más que preocupante.

Juan del Barrio