otoño es la estación de las hojas floridas. Variados colores revisten la abundante vegetación arbórea que nos rodea. Tiempo de maduración y plenitud, cuando predomina el llamativo color del oro, que se ha ido elaborando a través de largos días. Nuestros bosques son un gigantesco jardín de madurez; expresiva representación de la rica variedad del arbolado que los cubre y enaltece.
Desde tiempo inmemorial, y ya documentado por lo menos desde el siglo XIV el bosque en Álava ha sido cuidadosamente atendido, como algo importante y necesario para el equilibrio de la naturaleza y para conseguir, sin destrozar, la riqueza que nos regala con su exuberante vegetación. Y han sido los pueblos de nuestra geografía, con sus Concejos y sus Juntas Administrativas, bajo la supervisión de nuestra Diputación Foral, los que, como propietarios, se han preocupado de sus montes y de la vida que regalan; con la denominación de origen autóctonos. Una administración con label al natural y sin trampa, al descubierto. Los pueblos no sólo se saben dueños y propietarios de sus montes y bosques, sino también responsables de su explotación y cuidado. Y es muy conveniente que por derecho y por corresponsabilidad, no se atropelle esta su propiedad.
Hoy asistimos a un cruce de intereses económicos y políticos, que nos proponen crear riqueza, dominando y domesticando la sociedad agrícola y ganadera, no industrial. Aquí cabe muy bien decir: Lo que no amas ni lo toques, porque lo hieres, lo maltratas.
Los montes en Álava no son un reducto privilegiado para vivir o para la explotación irreverente de gente o empresas invasoras; sino el alegre lenguaje de la naturaleza, con sus encantos, su utilidad reguladora, y también su riqueza. Los pueblos propietarios deben tener la última palabra sin dejarse asustar ni engañar por las diferentes presiones halagadoras o despectivas. La democracia además de rechazar los poderes absolutos del más fuerte, debe revestirse de humanidad y no atropellar los derechos de las personas y de las entidades menores, como a veces se llama a los pequeños pueblos. Ellos tienen sus propiedades y sus derechos.
En nuestro caso es una secuencia histórica que ha sido avalada hasta el día de hoy.
T. Maiz Alday