en la historia ha habido errores de juicio de consecuencias infernales. Ha habido mandatarios que se han pegado tiros en el pie, que han apostado a caballo cojo o que han mostrado sus cartas antes de marcarse un farol, sí, pero ¿hemos presenciado alguna vez, en tiempo real, retransmitido en directo, un episodio más manifiestamente estúpido que la retirada de las tropas norteamericanas del territorio kurdo de Siria?
Trump, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, da su visto bueno a la entrada de las tropas turcas. Lo anuncia por Twitter, con la misma natural improvisación con la que otro puede contar en su red social favorita que se está haciendo un sándwich mixto para cenar. La decisión fue tomada a la carrera, sin consultas, sin análisis político o militar, sin que sus equipos lo supieran, con motivo de una llamada de su colega Erdogan, presidente de Turquía.
Trump es ese tipo de hombre que se muestra recio ante los inferiores jerárquicos, ante las mujeres en general y ante las personas más pobres o que él, por las razones más peregrinas, considera más débiles. Sin embargo le ponen mucho los hombres bravos capaces de torturar sin pestañear, los hombres machotes que son capaces de manejar a su pueblo sin miramientos, por la fuerza. Siente también debilidad ante los listillos capaces de mentir y manipular sin dejarse limitar por esas cosas tan tontas como los principios, la piedad, la empatía, la fidelidad personal o el respeto por los hechos y la verdad.
Así que es lógico que un gustirrinín muy intenso recorriera su cuerpo cuando Erdogan le pidió que liberara la zona y dejara paso para masacrar a los kurdos. Pero Trump presume de ser el mejor negociador del mundo, que no regala nada, que todo lo cobra, que siempre saca algo. ¿Le ofreció algo a cambio Ergodan? Nada que se haya sabido. Nada que tenga que ver con los intereses de los EEUU. ¿Ha sacado Trump algo personal en un país en que tiene importantes inversiones inmobiliarias? No lo sabemos.
La decisión ha desconcertado a sus equipos civiles y militares. Pero Trump ha dado sólidas razones: no es nuestra guerra, hay mucha arena, los kurdos no estuvieron en Normandía y son peores terroristas que los de ISIS.
El hecho es que los kurdos han sido el principal aliado local en la lucha contra el ISIS y que el propio Trump les prometió lealtad: “No os olvidaremos”. Los kurdos han tenido que salir huyendo de su tierra y cientos, sino miles, de prisioneros del ISIS han escapado aprovechando la confusión.
La zona que hace 10 días controlaban los Estados Unidos está siendo hoy patrullada por tropas rusas. Las tropas norteamericanas han debido retirarse de la noche a la mañana, sin preparación, dejando abandonados sus campamentos con equipo e incluso armamento para que lo tome el primero que llegue.
Ante la censura de todos los medios y de su propio partido Trump sobreactúa con la carta más delirante de la historia de las relaciones internacionales, en que amenaza a Erdogan con destrozar su economía, le pide que no sea un tipo duro y le conmina a que hagan buenos negocios juntos. Envía al vicepresidente y al secretario de Estado para gestionar la crisis y vuelven con un acuerdo que cede ante todas las pretensiones turcas. En rueda de prensa el vicepresidente no supo explicar una sola contrapartida que se haya obtenido a cambio.
Todo en 10 días. En directo. ¿Estamos ante el episodio más estúpido de la historia de las relaciones internacionales? Si no lo es, tiene que estar muy cerca.