Es un vídeo precioso. Dura 1 minuto y 25 segundos. Vemos a Yasaman Aryani caminar y bailar por las calles de Teherán sin pañuelo que cubra su pelo. Se la ve con el pelo corto, en ocasiones tintado de rojo o de amarillo. Lo invariable en todas las escenas es la maravillosa sonrisa que viste de mujer libre y fuerte y alegre que a veces habla y otras canta y otras ríe. Veo en su rostro una luz limpia y pura, es la luz incomparable de la libertad gozada, por temporal, por prestada, por frágil, por perecedera, por peligrosa, de una forma y con una intensidad que nosotros desconocemos.

Con ocasión del Día de la Mujer, el 8 de marzo Yasaman y otras dos mujeres se reunieron en el metro de Teherán para entregar una flor a las mujeres que pasaban y con ellas hablaban de su sueño de una Irán donde todas sean libres de cubrirse o no el pelo según lo quieran, donde ellas tres puedan no hacerlo por la sencilla razón de que no lo desean.

Muchas historias, denuncias o noticias se ven en redes sobre este tipo de cosas y no siempre resultan exactas o ciertas. Por eso he querido informarme bien antes de contarles esta historia. Me he alimentado de fuentes tan sólidas como Amnistía Internacional o el informe conjunto firmado por seis expertos independientes de las ONU. Todo lo que les voy a contar se basa en estas fuentes fiables. En tiempos de fakenews en muy necesario extremar los controles y ser riguroso.

El caso es que estas tres jóvenes fueron detenidas. Estuvieron desaparecidas entre 9 y 14 días, sin que de ellas supieran nada sus familias, ni de su paradero, ni de su estado. Tras su confinamiento fueron obligadas a leer una confesión ante cámaras en que reconocían sus delitos y reconocían que desarrollaban su activismo al servicio de potencias extranjeras y que se arrepentían de ello. Quien haya visto la serie El Cuento de la Criada puede empezar a reconocer cierto aire de familia.

Las tres, digamos sus nombres completos y leámoslo deletreando, como homenaje, como muestra de respeto, Yasaman Aryani, Monireh Arabshabi y Mojgan Keshavarz, las tres han sido sometidas a juicio por la Corte Revolucionaria de Irán. No se les ha permitido comunicarse con sus abogados ni que estos tuvieran acceso a sus expedientes.

Las tres han sido condenadas a 16 años de prisión. Un año por “propaganda contra el sistema”, más cinco años por “reunión y conspiración para cometer crímenes contra la seguridad nacional”, más 10 años por “incitar y facilitar la perversión y la prostitución”. A Mojgan Keshavarz le han caído siete años más por “insultos a símbolos sagrados islámicos”, es decir, un total de 23 años.

No es un caso único. Según la ONU en los últimos 18 meses al menos 32 personas han sido detenidas por protestar contra el uso obligatorio de estas prendas y al menos 10 de ellas encarceladas.

Hace unos años leí el impactante testimonio de la Premio Nobel de la Paz, Shirin Ebadi, en su libro El despertar de Irán. Luego la bellísima Leer Lolita en Teheran, de Azar Nafisi. Ambas mujeres cuentan, como importantes profesionales que eran, acostumbradas a una libertad, a una cultura, a un ejercicio profesional independiente y respetado, el infernal camino, progresivo, poco a poco, sin posibilidad de resistencia, de perdida de libertades de la mujer en Irán.